domingo, 19 de mayo de 2013

Nuestras leyes...




Dice Bernabé Tierno en su libro “Optimismo vital. Manual completo de psicología positiva.”: “…el coraje siempre nos ahorra mucho sufrimiento innecesario. Debemos recordar con Spinoza que somos libres en la medida en que nos guiamos por nuestras leyes  y criterios y no por las leyes y criterios ajenos. Las personas medicina no son sumisas ni se dejan dominar por el miedo ni aceptan presiones sociales. Les sobra valentía para admitir que sus necesidades son distintas a las de los demás y se atreven a satisfacerlas. El placer verdadero no está en seguir de manera cobarde lo que nos dictan los demás, sino en hacer lo que nos dicta nuestro interior”.

Vivir al dictado social – que suele ser la norma habitual – es dejarse llevar por la suave pendiente de la monotonía; ninguna sorpresa, todo uniforme y sensación de seguridad, que proporciona,  sentirse arropado y admitido por el “grupo”. Pero entraña el riesgo de la pérdida de identidad, provoca un ligero letargo que invade nuestras emociones y acaba convirtiéndonos en “personajes”; interpretes de una vida ajena a nuestras convicciones.

El tributo que hay que pagar por vivir socialmente “bien admitido”, es ese. La sociedad en al que vivimos es beligerante, con quienes siguiendo los dictados de su propia conciencia, interpretan los hechos que suceden a su alrededor, con “parámetros” propios y no con visiones externas, por muy mayoritarias que sean.

Una mirada crítica y una postura autocrítica es uno de los pasaportes más propicios para ser más felices en un entorno, que lo que quiere son “clones” en actos y opiniones. La manifestación libre de nuestros deseos y el respeto a los deseos de los demás, por muy distantes que estén de los nuestros, no es una postura mayoritaria. La mayoría quiere repetición incansable de: más de lo mismo; porque esa simpleza de miras consolida las estructuras dominantes y mantiene poltronas con carácter de permanencia.

La sociedad en la que vivimos, no quiere singularidades; sabe perfectamente que la consolidación del esquema establecido y por tanto de las estructuras de poder, pasa por la asunción mayoritaria de normas y principios asumidos y no cuestionados; como si de dogmas se tratase. Perdemos día a día nuestra propia identidad, para revestirnos de los estándares considerados como normales y solo nos damos cuenta cuando nos llenamos de un profundo vacío. Demasiado tarde claro.

Como dice José Luis Borges: “Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin el termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas. Si volviera a vivir, viajaría más liviano”

Es decir, viajaríamos con nosotros mismos, no según la representación obligatoria de nuestro personaje.

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