Dice Bernabé Tierno en su libro “Optimismo vital. Manual completo de
psicología positiva.”: “…el coraje siempre nos ahorra mucho sufrimiento
innecesario. Debemos recordar con Spinoza que somos libres en la medida en que
nos guiamos por nuestras leyes y criterios y no por las leyes y criterios
ajenos. Las personas medicina no son sumisas ni se dejan dominar por el miedo
ni aceptan presiones sociales. Les sobra valentía para admitir que sus
necesidades son distintas a las de los demás y se atreven a satisfacerlas. El
placer verdadero no está en seguir de manera cobarde lo que nos dictan los
demás, sino en hacer lo que nos dicta nuestro interior”.
Vivir al dictado social – que suele
ser la norma habitual – es dejarse llevar por la suave pendiente de la
monotonía; ninguna sorpresa, todo uniforme y sensación de seguridad, que
proporciona, sentirse arropado y
admitido por el “grupo”. Pero entraña el riesgo de la pérdida de identidad,
provoca un ligero letargo que invade nuestras emociones y acaba convirtiéndonos
en “personajes”; interpretes de una
vida ajena a nuestras convicciones.
El tributo que hay que pagar por
vivir socialmente “bien admitido”, es ese. La sociedad en al que vivimos es
beligerante, con quienes siguiendo los dictados de su propia conciencia,
interpretan los hechos que suceden a su alrededor, con “parámetros” propios y no con visiones externas, por muy
mayoritarias que sean.
Una mirada crítica y una postura
autocrítica es uno de los pasaportes más propicios para ser más felices en un
entorno, que lo que quiere son “clones” en actos y opiniones. La manifestación
libre de nuestros deseos y el respeto a los deseos de los demás, por muy
distantes que estén de los nuestros, no es una postura mayoritaria. La mayoría
quiere repetición incansable de: más de lo mismo; porque esa simpleza de miras
consolida las estructuras dominantes y mantiene poltronas con carácter de
permanencia.
La sociedad en la que vivimos, no
quiere singularidades; sabe perfectamente que la consolidación del esquema
establecido y por tanto de las estructuras de poder, pasa por la asunción
mayoritaria de normas y principios asumidos y no cuestionados; como si de
dogmas se tratase. Perdemos día a día nuestra propia identidad, para
revestirnos de los estándares considerados como normales y solo nos damos
cuenta cuando nos llenamos de un profundo vacío. Demasiado tarde claro.
Como dice José Luis Borges: “Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna
parte sin el termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un
paracaídas. Si volviera a vivir, viajaría más liviano”
Es decir, viajaríamos con
nosotros mismos, no según la representación obligatoria de nuestro personaje.
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