Dice Luis Rojas Marcos en su libro “Superar la adversidad. El poder de la resiliencia”: “Componente fundamental de nuestras funciones ejecutivas es la introspección. En general, recurrimos a esa capacidad de observarnos internamente movidos por la necesidad de entender las causas de nuestros pensamientos, emociones y actos, o de encontrar explicaciones a los sucesos que nos afectan. Buena parte de esa introspección la llevamos a cabo en conversaciones privadas con nosotros mismos. Casi sin darnos cuenta nos hablamos, oímos cómo pensamos y observamos como actuamos. Esa constante observación interior nos permite reflexionar y nos sirve para recapacitar cuando nos planteamos decisiones importantes, o buscamos formas de salir de un atolladero. Con ello podemos anticipar las consecuencias de nuestras acciones, tomar medidas que faciliten nuestra seguridad, programar nuestras conductas de cara a satisfacer nuestros deseos y juzgar el resultado de nuestros actos”.
Conservamos, sin lugar a dudas, esa capacidad de observarnos. Pero casi esta en posición de obsolescencia, principalmente por el escaso tiempo, que tenemos cada día para poder aplicarlo a ese cometido. Estamos siempre llegando tarde a algo, tenemos que hacer diariamente muchas cosas y con mucha premura y no podemos distraer ni un minuto. Nos imponemos ese ritmo frenético, para tener la sensación de actividad y satisfacer indirectamente a nuestra conciencia, pensando que ya no llegamos a más y que por tanto estamos completamente disculpados de las acciones, que no llevamos a cabo con diligencia.
Por otra parte, sabemos que no nos interesa practicar la introspección. Nos revela una versión de lo que hacemos, que preferimos ignorar. Tenemos dificultad para interpretar cuales son las causas que nos mueven a hacer o no hacer, porque en muchas ocasiones ejecutamos mimetismos, que nos transmite la sociedad y de los cuales no podemos prescindir. Internamente tenemos un “desencuentro”, porque lo que hacemos no nos termina de satisfacer.
No tendría mucha relevancia en el día a día, con cuestiones la mayoría triviales, si no fuese porque la falta de práctica en aplicar la introspección, nos juega “malas pasadas” cuando abordamos decisiones importantes. El poco tiempo, se acumula aquí, a nuestra escasa tendencia a la reflexión – dado nuestro “inaceptable” ritmo de vida – y nos produce un efecto adverso que sesga el contexto de nuestras decisiones importantes. Hemos casi anulado, nuestra capacidad de raciocinio sereno y exento de condicionamientos, apostamos por la vorágine permanente.
La conclusión de este entramado es, constatar que: “vamos” por donde no queríamos ir y hacemos lo que seguramente, no nos reportará satisfacción. Eso sí, cada vez a mayor velocidad; pareciera como si lo importante fuese hacer muchas cosas en escaso tiempo (lo que en la empresa sería eficiencia). No deberíamos ese parámetro, para evaluar el resultado de nuestras acciones; el número de asuntos aparentemente resueltos, no es en ningún caso un indicador de “buen hacer”. Lo que verdaderamente nos reporta equilibrio es, lo que esta hecho de acuerdo con los argumentos de esas conversaciones privadas que indica Rojas Marcos. Pero ahí, claro está, no salimos bien parados y preferimos, como en muchas otras cosas, ignorarlas.
Como vamos a tener equilibrio, estando mayoritariamente en desacuerdo internamente con nosotros mismos. No es la falta de tiempo lo que nos produce este resultado, no podemos alegar premura en la acción, para justificar nuestra insatisfacción; más bien hemos de señalar nuestra precipitación innecesaria en la toma de decisiones, unido a una casi absoluta “crítica objetiva”, que nos corrija el rumbo en el futuro. No “perder el tiempo” planificando - en la empresa – siempre ha sido la antesala del fracaso. Resolver con el criterio ajeno mayoritario, no es un seguro de acierto, ni permite minorar la crítica que nos hacemos cuando reflexionamos.
Satisfacer nuestros deseos y empeñarse en ello debería ser nuestro “norte”. Hacer muchas cosas, que adicionadas, nos producen escasa o nula satisfacción, es un error claro de planteamiento. No busquemos cantidad, es mucho mejor la calidad… pareceremos menos importantes, pero seremos mucho mas felices.
Conservamos, sin lugar a dudas, esa capacidad de observarnos. Pero casi esta en posición de obsolescencia, principalmente por el escaso tiempo, que tenemos cada día para poder aplicarlo a ese cometido. Estamos siempre llegando tarde a algo, tenemos que hacer diariamente muchas cosas y con mucha premura y no podemos distraer ni un minuto. Nos imponemos ese ritmo frenético, para tener la sensación de actividad y satisfacer indirectamente a nuestra conciencia, pensando que ya no llegamos a más y que por tanto estamos completamente disculpados de las acciones, que no llevamos a cabo con diligencia.
Por otra parte, sabemos que no nos interesa practicar la introspección. Nos revela una versión de lo que hacemos, que preferimos ignorar. Tenemos dificultad para interpretar cuales son las causas que nos mueven a hacer o no hacer, porque en muchas ocasiones ejecutamos mimetismos, que nos transmite la sociedad y de los cuales no podemos prescindir. Internamente tenemos un “desencuentro”, porque lo que hacemos no nos termina de satisfacer.
No tendría mucha relevancia en el día a día, con cuestiones la mayoría triviales, si no fuese porque la falta de práctica en aplicar la introspección, nos juega “malas pasadas” cuando abordamos decisiones importantes. El poco tiempo, se acumula aquí, a nuestra escasa tendencia a la reflexión – dado nuestro “inaceptable” ritmo de vida – y nos produce un efecto adverso que sesga el contexto de nuestras decisiones importantes. Hemos casi anulado, nuestra capacidad de raciocinio sereno y exento de condicionamientos, apostamos por la vorágine permanente.
La conclusión de este entramado es, constatar que: “vamos” por donde no queríamos ir y hacemos lo que seguramente, no nos reportará satisfacción. Eso sí, cada vez a mayor velocidad; pareciera como si lo importante fuese hacer muchas cosas en escaso tiempo (lo que en la empresa sería eficiencia). No deberíamos ese parámetro, para evaluar el resultado de nuestras acciones; el número de asuntos aparentemente resueltos, no es en ningún caso un indicador de “buen hacer”. Lo que verdaderamente nos reporta equilibrio es, lo que esta hecho de acuerdo con los argumentos de esas conversaciones privadas que indica Rojas Marcos. Pero ahí, claro está, no salimos bien parados y preferimos, como en muchas otras cosas, ignorarlas.
Como vamos a tener equilibrio, estando mayoritariamente en desacuerdo internamente con nosotros mismos. No es la falta de tiempo lo que nos produce este resultado, no podemos alegar premura en la acción, para justificar nuestra insatisfacción; más bien hemos de señalar nuestra precipitación innecesaria en la toma de decisiones, unido a una casi absoluta “crítica objetiva”, que nos corrija el rumbo en el futuro. No “perder el tiempo” planificando - en la empresa – siempre ha sido la antesala del fracaso. Resolver con el criterio ajeno mayoritario, no es un seguro de acierto, ni permite minorar la crítica que nos hacemos cuando reflexionamos.
Satisfacer nuestros deseos y empeñarse en ello debería ser nuestro “norte”. Hacer muchas cosas, que adicionadas, nos producen escasa o nula satisfacción, es un error claro de planteamiento. No busquemos cantidad, es mucho mejor la calidad… pareceremos menos importantes, pero seremos mucho mas felices.
11 comentarios:
Creo que estamos tan poco acostumbrados a la introspección, porque "el ruido" exterior nos impie oír el murmullo interior.
Una vez que tuve que acudir a la consulta de un psicólogo, me enseñó un método que me dió buen resultado.
A veces nos ponemos a pensar, pero nos "perdemos" por el camino, distraídos por ruidos (televisión, tráfico, otras conversaciones, teléfono, y un largo etc. de "ruidos" que acompañan nuestra vida.
También nos podemos "perder" por la aparición de otros pensamientos...
La mejor técnica de "entrenamiento" para hablar con nosotros mismos y escucharnos, es la escritura.
Llevar una especie de "diario".
Cuando algo nos preocupa, escribirlo, como si pretendieras contárselo a alguien.
Anotar también las posibles soluciones o alternativas.
Después de unos dias, podemos hacer un seguimiento de como van nuestras resoluciones.
Con el tiempo, con un par de notas, será suficiente, y, con práctica, seremos capaces de hacerlo mentalmente.
Pero claro, tenemos que partir de una base fundamental.
No engañarnos a nosotros mismos.
Sería estúpido, pero más frecuente de lo que parece.
Es tan estúpido, frecuente y absurdo como el arduo trabajo de parecer lo que no se es.....
El final es el previsible, que nosotros mismos llegamos a dudar de quienes somos en realidad.
Vivimos deslizándonos constantemente sobre algo tan resbaladizo como la superficialidad.
Es fácil no lleguemos a ninguna parte...
Besitos
Luna:
Me parece muy útil el método, es como forzar el diálogo propio.
Salu2:
Si, Luis.
No hace mucho, me encontré una "diario" que empezé por un tema, de los muchos que pasan a lo largo de una vida...
Ni me acordaba que me había pasado eso y me reí de la poca importancia que tenía, una vez pasados los años.
Eso tambiémn te impulsa y te dá ánimos pues puedes ver que, YES, I CAN....
Besos
Hola Luís.
La capacidad humana de la introspección es la que nos diferencia de las especies inferiores: Ser concientes de que somos concientes.
Por ahí escribí alguna vez, parafraseando a Carlos Marx, el filósofo; que éste dijo que cualquier arquitecto envidiaría la perfección con que una abeja arma las celdillas del panal se su colmena. La diferencia estriba en que el arquitecto, si se propusiese dibujar un panal en una hoja de papel, ya tiene en su conciencia el fin de lo que se propone, los medios que precisa para realizar ese dibujo, y la manera en que debe dibujarlo; mientras que la abeja no es conciente de ello y solo realiza su trabajo por instinto.
A esta capacidad mental humana, Marx la llama: AUTO-CONCIENCIA.
Eso es lo que hacemos cuando introspeccionamos para revisar sucesos de nuestra historia de vida, para planificar y proyectar.
Ese dialogo interno es maravilloso, auque, en mi opinión, puede ser un “arma de doble filo”.
Es decir, puede que mediante la introspección logremos mejorar nuestra calidad de vida, pero también puede ser un “instrumento para flagelarnos” con auto-reproches sumergiéndonos en aquellas hipótesis contrafácticas que te mencioné en otras oportunidades.
La objetividad en nuestros diálogos internos, debería ser tenida en cuenta a la hora de “dialogar internamente”.
Muy buena entrada Luís, te felicito!.
Un abrazo.
Rik
Hola Seriecito, paso a dejarte un saludo, espero que te encuentres bien.
Interesante tema. Intentaré practicar más la introspección, pero es como dices, vamos siempre con prisas y tenemos muchas cosas para hacer de forma que el día se nos queda corto, tendría que tener más horas y cierto que muchas veces hacemos cosas que en realidad no deberíamos hacer pero en cierto modo nos vemos obligados, tal vez no nos vendría mal hacer cursillos para aprender a decir "no", y hacer en cambio muchas cosas que queremos y no podemos.
Si casi ni para pensar tenemos ese precioso tiempo.
Saludos afectuosos.
Hola Luís
Por favor, bha, si queres.
Podés pasar por mi blog a buscar la imagen que está en la columna central para ponerla en el tuyo.
Gracias.
Rik
La felicidad de la ignorancia. El artículo es denso y da para varios libros, escritos por especialistas y para ser leídos por especialistas. El pueblo llano no nos planteamos tan sutil reflexión.
¿Por qué no tratas de asuntos como "la importancia de ser vulgar", "la felicidad del ser anónimo" o "la satisfacción de equivocarse y no darse cuenta".
Hay adjetivos que pueden ser positivos,como por ejemplo vulgar. (Según la RAE vulgar es lo que pertenece al vulgo, lo común o general en contraposición a especial o técnico) ¿Por qué lo normal es positivo y lo vulgar es peyorativo? No digo que la ignorancia da la felicidad, pero posiblemente el conocimento absoluto da la infelicidad.
Planificar sí, pero encontrar las desviacione sobre lo planificado da mucha más satisfación que comprobar que la planificación no tenía errores.
Lectura -modestamente- recomenda: La elegancia del erizo.
Anonimo:
Volveré con mas tiempo para constestarte, gracias por tus comentarios.
Que en principio, tampoco son vulgares... ¿no?.
Salu2:
Que el año 2011 venga repleto de lo mejor para ti y los tuyos.
Un abrazo.
Todo es muy sencillo, más sencillo aún de lo que creemos. Y lo que todos estos escritores "dicen" nacemos con ello, pero la conciencia a veces anula todo sentido de la intuición y naturalidad de la vida, precisamente por eso, porque la conciencia muchas veces actúa como alerta y no nos deja fluir como cuando somos niños. En definitiva nos programa demasiado.
Saludos y gracias.
¡¡¡Feliz Año 2011!!!
Espero que estés bien.
Con mucho afecto.
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