Nada nos preocupa tanto como sentirnos solos, es decir, poco reconocidos o ignorados por los que nos rodean. La sociedad actual está estructurada de tal modo, que promueve la integración de cada uno en un grupo determinado, por afinidad ideológica, amigo-familiar o económica. La mayoría de nuestra actividad se centra o en cultivar estas relaciones o en tratar de integrarnos en estos entornos virtuales en su formación, pero imprescindibles para aparentar un equilibrio social adecuado.
Estas integraciones en grupos sociales, imponen de modo no escrito, determinadas pautas de comportamiento, que deben ser asumidas por sus miembros, defendidas y promocionadas, como un código identificador y no soslayable. El esfuerzo por la integración, en ocasiones no produce una gran satisfacción al lograrlo, muchos descubren que para continuar en sintonía han de renunciar a muchas pautas propias, abandonando las mismas para adoptar las posiciones mayoritarias y consideradas ortodoxas.
El juego está servido, debemos limitarnos para expandirnos, la dicotomía es francamente sorprendente. Tenemos que abdicar de nuestras cualidades y calidades intrínsecas, para poder posicionarnos con fuerza en nuestro entorno, solo cuando la persona es muy relevante, se le permiten “veleidades” e incluso estas mismas se consideran rasgos propios de su singularidad; asumiéndolas la mayoría, como signo evidente de distinción, de dicha persona. En el desenvolvimiento normal, en lo que llamamos habitualmente la media, la exigencia es el “seguidismo”.
Organizar la sociedad en “clanes”, evidentes o subliminales, es una de las características principales de la sociedad actual, parece como con este tipo de “cerrazones”, se defendiera de posibles heterodoxos, rechazándolos de plano, sin siquiera escucharlos o intentar asumirlos. La consolidación de ciertos comportamientos, se supone, queda fortalecida con la exclusión de quienes cuestionan cualquier parte de la estructura asumida como “normal”. No importa la característica de la diferencia, solo importa la diferencia en sí misma, sea del tenor que sea, no es asumible y por tanto rechazable de plano.
Lo malo de todo esto, es que aunque nos creamos independientes, hemos integrado en nuestro comportamiento, muchas de estas limitaciones, de tal modo que incluso, acabamos asumiéndolas como cotidianas e identificándolas como parte de nuestro comportamiento espontáneo, olvidando las renuncias propias que hemos tenido que ceder para acoplarnos a ellas. Así es en general, nuestra vida, llena de contradicciones.
Siempre me han gustado las calles estrechas y en curva. Quizás sea por la sorpresa que esconden y por la limitación apreciable a la vista normal. Son como cajas de música cerradas, sin abrirlas no podemos oír la melodía. Permanecer al margen de ellas es posible, pero nunca sabremos que hay más allá de la frontera de la entrada, si no la rebasamos y la recorremos. Si éstas son cuesta arriba tanto mejor, el esfuerzo en adentrase seguro, que compensa y gratifica con el conocimiento que aportan.
Quizás sea por una tendencia de ir contra corriente, si hay una dirección prohibida a la entrada de la misma mejor, seguro que son mas incitantes, donde no se puede llegar en coche hay mucha mas autenticidad, el automóvil en definitiva, no es mas que otro monumento a la limitación de la comunicación.
Atreverse es vivir mas… dejarse llevar por el grupo es también vivir, pero no en primer nivel… ir más allá es progresar… despejar incógnitas descubriendo lo que hay “detrás”, fortalece y elimina “miedos”… superar el miedo es ser mucho mas feliz… y eso es lo que debemos pretender en la vida.
Donde haya dirección prohibida… pasemos y miremos, por si hay... aunque vayamos solos.
Estas integraciones en grupos sociales, imponen de modo no escrito, determinadas pautas de comportamiento, que deben ser asumidas por sus miembros, defendidas y promocionadas, como un código identificador y no soslayable. El esfuerzo por la integración, en ocasiones no produce una gran satisfacción al lograrlo, muchos descubren que para continuar en sintonía han de renunciar a muchas pautas propias, abandonando las mismas para adoptar las posiciones mayoritarias y consideradas ortodoxas.
El juego está servido, debemos limitarnos para expandirnos, la dicotomía es francamente sorprendente. Tenemos que abdicar de nuestras cualidades y calidades intrínsecas, para poder posicionarnos con fuerza en nuestro entorno, solo cuando la persona es muy relevante, se le permiten “veleidades” e incluso estas mismas se consideran rasgos propios de su singularidad; asumiéndolas la mayoría, como signo evidente de distinción, de dicha persona. En el desenvolvimiento normal, en lo que llamamos habitualmente la media, la exigencia es el “seguidismo”.
Organizar la sociedad en “clanes”, evidentes o subliminales, es una de las características principales de la sociedad actual, parece como con este tipo de “cerrazones”, se defendiera de posibles heterodoxos, rechazándolos de plano, sin siquiera escucharlos o intentar asumirlos. La consolidación de ciertos comportamientos, se supone, queda fortalecida con la exclusión de quienes cuestionan cualquier parte de la estructura asumida como “normal”. No importa la característica de la diferencia, solo importa la diferencia en sí misma, sea del tenor que sea, no es asumible y por tanto rechazable de plano.
Lo malo de todo esto, es que aunque nos creamos independientes, hemos integrado en nuestro comportamiento, muchas de estas limitaciones, de tal modo que incluso, acabamos asumiéndolas como cotidianas e identificándolas como parte de nuestro comportamiento espontáneo, olvidando las renuncias propias que hemos tenido que ceder para acoplarnos a ellas. Así es en general, nuestra vida, llena de contradicciones.
Siempre me han gustado las calles estrechas y en curva. Quizás sea por la sorpresa que esconden y por la limitación apreciable a la vista normal. Son como cajas de música cerradas, sin abrirlas no podemos oír la melodía. Permanecer al margen de ellas es posible, pero nunca sabremos que hay más allá de la frontera de la entrada, si no la rebasamos y la recorremos. Si éstas son cuesta arriba tanto mejor, el esfuerzo en adentrase seguro, que compensa y gratifica con el conocimiento que aportan.
Quizás sea por una tendencia de ir contra corriente, si hay una dirección prohibida a la entrada de la misma mejor, seguro que son mas incitantes, donde no se puede llegar en coche hay mucha mas autenticidad, el automóvil en definitiva, no es mas que otro monumento a la limitación de la comunicación.
Atreverse es vivir mas… dejarse llevar por el grupo es también vivir, pero no en primer nivel… ir más allá es progresar… despejar incógnitas descubriendo lo que hay “detrás”, fortalece y elimina “miedos”… superar el miedo es ser mucho mas feliz… y eso es lo que debemos pretender en la vida.
Donde haya dirección prohibida… pasemos y miremos, por si hay... aunque vayamos solos.
Foto: Xátiva (Valencia)
6 comentarios:
Todo lo que supone cambio, ruptura, y nueva integración, asusta.
Volver a empezar en un entorno que no es el habitual, siempre te hace sentir inseguro.
Como dices, estamos habituados a movernos, normalmente en los mismos sitios y con las mismas personas, que además hemos elegido con el tiempo, y tienen afinidades con nosotros.
Y de momento punto y final, o aparte, según dónde y con quién.
Pero no debemos tener miedo. El ser humano está capacitado, para enfrentarse a muchas mas cosas de las que piensa.
Lo que pasa es que lógicamente hemos de hacer un esfuerzo, primero con nosotros mismos, para saber qué queremos y con quienes.
Y luego, adaptarnos.
Efectivamente como dices, el ser humano es tribal, vivimos en clanes, estamos con las personas que nos son más afines.
Yo procuro, y más con la edad, ser independiente de pensamiento, no estoy "afiliada" a nada que no sea estrictamente necesario para desenvolverme como ciudadana.
Pero la independencia absoluta, creo que es una utopia. A no ser que vivas como un anacoreta-
Un besito
Toda la sociedad nos empuja a seguir la corriente, así somos más manejables.
Pero la curiosidad nos hace sentir vivos. Eso, aunque vyaamos solos.
Salu3
Intentaremos ser un poco distintos dentro del rebaño... en cuanto a miedos yo estoy todavía haciendo el esfuerzo de superar miedos de la niñez y no lo consigo, con algunos he perdido la guerra, con otros sigo batallando.
Saludos afectuoso Seriecito, estoy feliz de volver a leer tus interesantes escritos.
Nuria:
Estoy de acuerdo cotnigo, la curiosidad es un buen punto de apoyo.
Salu2:
Luis
Alejandro:
... aunque no siempre sea el mejor sitio.
Salu2:
Carol:
Gracias por comentar.
No rendirse es esencial. Hacer lo que uno pueda pero intentar siempre cosas nuevas.
Salu2:
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