
No aceptar, que la responsabilidad de lo que nos sucede es nuestra en su totalidad y fijar nuestros mayores esfuerzos en tratar de identificar a otros, como los artífices principales de los acontecimientos negativos, buscando con ello “aliviarnos”, con la consolidación de la impotencia para el cambio; es cuanto menos una inconsciencia. La principal implicación es que cimentamos una posición mental, propicia al continuismo y por tanto interiorizamos la falta de voluntad, para superar lo no deseable.
Es más fácil encontrar excusas, que buscar razones. Pero no es con esa posición como se solucionarán nuestros problemas. Para ponerse en la postura adecuada, lo primero que hay que hacer, es asumir los errores, sin ningún recato. Sentirse participe principal de los mismos, es una motivación necesaria, pero no suficiente, para tratar de cambiar las cosas, quienes nos empeñamos en identificar “culpables” externos, dificultamos seriamente la vuelta a la normalidad. La motivación suficiente, viene de la mano del deseo firme y decidido, para aportar todo nuestro empeño en la superación; aplicando el esfuerzo mental y/o físico para ello, sin excusa ni pretexto.
Conviene recordar, que la mayoría de los que reciben reconocimientos o premios, dedican una buena parte al comienzo del discurso, que pronuncian al recibirlo; a poner en evidencia la sorpresa y señalar la falta de merecimientos para ser acreedor de los mismos. Como en sentido contrario, quienes no lo ganan, aunque queden en lugares destacados, son muy proclives a encontrar o identificar, influencias externas negativas propiciatorias; potenciadas por la opinión de sus más allegados.
Evitemos buscar culpables, asumamos con rapidez, que lo que nos sucede, lo motivamos principalmente por nuestras propias acciones y omisiones; pongamos en marcha las fueras necesarias para salir del “embrollo”, sin refugiarnos en el victimismo estéril, para tratar de encontrar un responsable de nuestros reveses, a quien adjudicar la causa de nuestros “males”.
La mayoría de los fracasos que tenemos, van precedidos de una ingente cantidad de excusas, que unidas a la creencia de la existencia de influencias negativas de otras personas, diseñan un escenario, en el que la única realidad es el consumo innecesario de tiempo y energía, impidiéndonos con esa fijación inútil, emplearlos ambos en la aplicación a proyectos de vida, constructivos y gratificantes, que nos aporten felicidad y nos compensen de la insatisfacción. Cuando nos queramos dar cuenta, ya tendremos otra causa para lamentarnos, a saber, “la falta de tiempo”.
Es más fácil encontrar excusas, que buscar razones. Pero no es con esa posición como se solucionarán nuestros problemas. Para ponerse en la postura adecuada, lo primero que hay que hacer, es asumir los errores, sin ningún recato. Sentirse participe principal de los mismos, es una motivación necesaria, pero no suficiente, para tratar de cambiar las cosas, quienes nos empeñamos en identificar “culpables” externos, dificultamos seriamente la vuelta a la normalidad. La motivación suficiente, viene de la mano del deseo firme y decidido, para aportar todo nuestro empeño en la superación; aplicando el esfuerzo mental y/o físico para ello, sin excusa ni pretexto.
Conviene recordar, que la mayoría de los que reciben reconocimientos o premios, dedican una buena parte al comienzo del discurso, que pronuncian al recibirlo; a poner en evidencia la sorpresa y señalar la falta de merecimientos para ser acreedor de los mismos. Como en sentido contrario, quienes no lo ganan, aunque queden en lugares destacados, son muy proclives a encontrar o identificar, influencias externas negativas propiciatorias; potenciadas por la opinión de sus más allegados.
Evitemos buscar culpables, asumamos con rapidez, que lo que nos sucede, lo motivamos principalmente por nuestras propias acciones y omisiones; pongamos en marcha las fueras necesarias para salir del “embrollo”, sin refugiarnos en el victimismo estéril, para tratar de encontrar un responsable de nuestros reveses, a quien adjudicar la causa de nuestros “males”.
La mayoría de los fracasos que tenemos, van precedidos de una ingente cantidad de excusas, que unidas a la creencia de la existencia de influencias negativas de otras personas, diseñan un escenario, en el que la única realidad es el consumo innecesario de tiempo y energía, impidiéndonos con esa fijación inútil, emplearlos ambos en la aplicación a proyectos de vida, constructivos y gratificantes, que nos aporten felicidad y nos compensen de la insatisfacción. Cuando nos queramos dar cuenta, ya tendremos otra causa para lamentarnos, a saber, “la falta de tiempo”.
No es solo el talento el que capacita para hacer cosas, es mucho mas la voluntad de conseguirlas, quien potencia y acerca su consecución. No todos los grandes logros, son provocados por personas brillantes y actuaciones altamente singulares, hay buen número de ellas que son logradas por gente normal, pero revestidas de una fuerte voluntad y potenciadas por su constancia en la dirección hacia el objetivo deseado, sin cejar el empeño a la primera dificultad.
¿ Si culpamos a los demás de nuestros fracasos, también les otorgaremos el crédito de nuestros éxitos?. No aceptemos como norma de conducta, nuestras propias excusas, porque conduciremos con una venda en los ojos, es decir, con gran riesgo y alta ineficacia.
¿ Si culpamos a los demás de nuestros fracasos, también les otorgaremos el crédito de nuestros éxitos?. No aceptemos como norma de conducta, nuestras propias excusas, porque conduciremos con una venda en los ojos, es decir, con gran riesgo y alta ineficacia.