miércoles, 4 de diciembre de 2013

Extravagancia


Dice Carlos Castilla del Pino en su libro compilación “La extravagancia”: “Todo miembro de un grupo ha de pagar un precio por su aceptación como elemento integrante del mismo en una determinada posición y con una determinada función. Ese precio se traduce en ser y hacer de acuerdo a las expectativas de los demás para con él. El extravagante también paga su precio al grupo en el que se le permite estar y actuar de esta manera: ha de hacer permanentemente de extravagante, constituirse en “el” extravagante del grupo, para cumplir a perpetuidad el cometido de divertir, imaginar”.

Es decir, el extravagante adquiere una licencia para poder actuar en su papel y ser tolerado sin haberse acoplado a las “normas” no escritas de comportamiento social generalmente admitido. Pero esa misma sociedad, le impone ese comportamiento fuera de la norma, con carácter permanente. Supone por tanto, que si se quiere dejar el estándar, mediante la extravagancia, no se puede hacer por un tiempo, para ser asumido su deriva por la sociedad a la que pertenece, su elección no tiene retorno fácil, debe instalarse en esa conducta por vida.

Pareciera como si la sociedad admitiese, como signo exótico, comportamientos de este estilo, que siempre son en realidad motivo de comentario jocoso; pero además esperase que lo asumiesen como su rol repetido, toda vez que es muy minoritario y por tanto no pone en peligro la estructura vertebral principal. Siempre, claro esta, que esta conducta que está representada por los percentiles más extremos de la distribución de la población, no sea en ningún caso un seudo-ejemplo a imitar, que pudiera desequilibrar de forma creciente el conjunto “armónico” mayoritario.

Se necesita valentía, para instalarse en esta posición y no pensemos siempre, que es por carencias; en muchas ocasiones algunas personas “pasadas” de inteligencia, lo hacen de modo deliberado, para poder decir o hacer lo que quieren, con una forma de comportarse, que no altera para nada la seguridad del grupo mayoritario, toda vez que casi siempre causan cierta hilaridad en quienes los escuchan, que suelen comentar entre ellos, esas salidas de tono como propio del personaje “raro” que representa quien las promueve y en ningún caso se ven ofendidos o molestos; aunque las diferencias expuestas sean relevantes, las achacan a que son fruto de ese particular  comportamiento.

No hace falta mas que repasar la historia para percatarse de cómo se han ido abriendo su propio espacio, personajes de este talante, que no han sido considerados en toda su trascendencia, ya que la propia sociedad que los acogía los había clasificado fuera de la norma por su extravagancia y por tanto poco nocivos para la estructura monolítica mayoritaria. Revestidos de ese barniz han podido desenvolverse en la frontera de la impertinencia, con la palabra o la indumentaria, sin que hayan sido excluidos, socialmente hablando, antes más, han sido acogidos como singularidades que hacen gracia.


Como dicen Salvador Giner y Manuel Pérez Yruela, en el mismo libro: “Frente a hipócritas y fariseos, un raro, pero sobre todo un extravagante, ejerce una crítica esencialmente tolerable del mundo convencional con su propia presencia. La crítica intolerable es aquella que no puede descartarse alegando que proviene de un extravagante inocuo. Los atenienses pudieron ignorar a su más eminente raro, Sócrates, y reírse un poco de él mientras parecía solo un excéntrico, pero tuvieron que tomárselo en serio, y condenarlo, cuando empezó a ser una auténtica amenaza para bastantes de ellos…”.     

3 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

El "diferente" lo tiene complicado en una sociedad uniforme, y normalmente debe pagar un peaje para ser "aceptado". Como extravagante, se ve casi obligado a actuar siempre así y no salirse de su papel. Es un poco como a los payasos, que no se les permite llorar.
Y sin embargo, y de manera natural, yo siempre tiro hacia la persona diferente, hacia el no convencional, hacia el extravagante; son las únicas personas que aún me hacen creer en el ser humano.

Pues sí, he vuelto. A ver si con las buenas intenciones de cara al nuevo año me comporto con una cierta regularidad con la blogosfera...

Me alegro mucho de volver a leerte. Es todo un estímulo intelectual. Un saludo.

seriecito dijo...

Estoy de acuerdo contigo, tengo tendencia a relacionarme con personas "diferentes", no me gustan los estereotipos habituales. Trato de aprender de esas singularidades y generalmente lo consigo.

Gracias por tu comentario, me alegro de tu regreso, como te comenté en tu Blog, te hachaba en falta, no solo en los comentarios, sino también en tus inteligentes posts.

Salu2:

Mercedes Pajarón dijo...

Seriecito, quería desearte unas felices fiestas y un estupendo 2014. Espero que el año que viene nos sigas estimulando el cerebro con tus interesantísimas entradas. Maldita sea, hace falta más gente como tú.

Un saludo.

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