
Dice Carlos Castilla del Pino en su libro “El humanismo imposible”: “El hombre entre nosotros, al renunciar a la instancia elemental de su convivencia, de su altruidad, queda solo... Más que en ningún otro momento, grandes sectores de nuestra sociedad, parecen haber renunciado a la comunicación y la confiabilidad, para quedar inmersos, todo lo más, al mas estricto circuito de la familia. No es que de pronto se hayan descubierto los ,máximos valores que la dedicación a la vida familiar supone. Se trata de una dedicación reactiva, secundaria a la decepción que de los otros hemos, una y otra vez, experimentado. Lo que esta retracción supone es la crisis en la fiabilidad del prójimo, la conciencia de que, tarde o temprano, si los intereses están en juego, nos exponemos a ser sacrificados. Así, la amistad misma sabemos que hay que tomarla y vivirla, epidérmicamente, a conciencia de la peligrosidad que una ingenua comunicación puede llevar consigo en el futuro, cuando este amigo de hoy se nos torne nuestro rival; a conciencia de que la amistad misma no es criterio suficiente para verificar la entrega que sería requerible y a la que nos sentimos instados”.
Relaciones superficiales, cada vez con menos profundidad o interés, que no sea el sentimiento espurio del seudo-cotilleo. Vivimos la comunicación con prevención, siempre exentos de confianza y con excesivas precauciones, si algo hemos aprendido, es que las relaciones – salvo las provinentes de la infancia – son efímeras, vienen y van al albur de las “redes” de intereses cruzados, de los que se nutre nuestra sociedad actual con carácter general.
La espontaneidad, confianza y credibilidad, se han perdido, son como personajes en busca de autor de Piradello, son atributos fuera de uso o más bien en desuso. Todos mayoritariamente basamos nuestras relaciones en el interés, la motivación de compartir y enriquecerse espiritualmente, va quedando en un segundo lugar y de ahí el empobrecimiento de nuestros contactos sociales.
Esa práctica inconsciente, hace que nos produzca desazón e incluso frustración, comprobar que los demás no son como querríamos nosotros que fueran, como si las personas tuvieran que ser “clones” acomodaticios a nuestros criterios. No en vano resulta esa superficialidad en el contacto; querer cambiar a los demás, para que su comportamiento se aproxime al máximo a nuestros criterios, es un esfuerzo absolutamente estéril y tendrá escaso éxito; pero si así no fuera y consiguiéramos nuestro objetivo teórico, les habríamos hecho un flaco servicio, pues transformaríamos una singularidad enriquecedora, en una monótona uniformidad… que nada nos aportará.
Revindicar nuestro espacio, exento de influencias mediatizantes, está muy bien, tenemos derecho y debemos luchar por ello; pero con el mismo empeño, debemos animar a los que nos rodean, a que se manifiesten con transparencia; porque nuestra posición es comprender y no criticar o censurar. Seguro que cambiaría el estado y la intensidad de la relación con los demás y se fortalecerá la confianza. Respetar que cada uno – también los demás – tenemos derecho a vivir de la manera que estimemos conveniente, es el primer paso para propiciar el intercambio y la sinceridad en el mismo.
No se puede aseverar que solo hay un modo correcto de resolver las cosas, ni siquiera hay un solo modo de pensarlas y enjuiciarlas. La mayoría – sobre todo los que ya tenemos algunos años – no vamos a cambiar, a estas alturas del “partido”, hemos echado hasta raíces y no vamos a movernos ni un ápice. Pero eso no infiere en que necesariamente vivamos en solitario, como ascetas decepcionados por los derroteros que toman nuestros allegados. Sin embargo ese desperdicio mayúsculo que representa esa actitud individualista, poseedora de la “verdad absoluta”; debería de ser neutralizada, con lo que representa el pensamiento tolerante y sincero, palancas del fortalecimiento relacional. No hay que dudar, que la proximidad aún en la diferencia, es más efectiva que el alejamiento censurador. Si queremos propiciar el camino del cambio, hagámoslo con nosotros mismos, ya que tan fácil lo suponemos para los demás.
Vaya aburrimiento, si todos fuéramos iguales… Si nos sacrifican por interés, es que no valían la pena, cuanto mas pronto lo hagan, mejor… La amistad es uno de los asideros más deseables, aunque sea desde la diferencia… Rivales y amigos no es incompatible, solo depende del nivel de ambición y dominio que se tenga… Seamos como los pétalos de la flor de la foto, cerca pero separados… empeñados en difundir belleza.
Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com