
- Uno: Estoy lleno, con la de manjares que quedan en la mesa y yo estoy lleno.
- Otro: Pues no te cortes, haz como hacían los romanos, te vas al servicio, te metes los dedos en la boca, vomitas y a seguir comiendo.
- Uno: ¡Pufff!, si me cogieran los dedos en la boca, enseguida me comía un plátano.....
Las cosas son así, hay que comer, pero como no es suficiente con la familia, en las empresas se organiza una ágape, en calidad de entrenamiento. Los compañeros de trabajo se reunen alrededor de una mesa, pagando lo que no tolerarían nunca individualmente, recibiendo un servicio mas que criticable, próximos a dejarse tomar el pelo, con menús prefabricados y donde caben siete se colocan a diecisiete.
Como no es suficiente felicitarse, unas doscientas veces o trescientas verbalmente, pues hay que testificarlo mas fehacientemente y para ello se escribe, pero no una nota pensando en la persona y dedicándole una breve frase propia, no a eso no da tiempo, ya está prefabricada, se manda una felicitación debidamente estructurada por ajenos, que nos imponen esta costumbre y nos lo venden en paquetes con motivos variados.
Que felicidad les invade a los de correos con la avalancha, están contentísimos y el resto de nosotros también porque la correspondencia la recibiremos tarde y mal, sin enterarnos en la mayoría de las ocasiones, de la que se pierde en las clasificadoras de turno, víctimas de la aglomeración prolífica de la demostración imparable de felicidad conjunta desbordada.
Que bien, comprar, comer, reunirse, felicitarse, ser felices. Ahora comprendo porque a lo largo del año nos quejamos tanto, es porque no nos damos cuenta de que hemos concentrado la felicidad en lotes, adscritos a unos determinados periodos. La realidad es que hemos perdido la espontaneidad y hemos querido domesticar a la felicidad colectiva. Si, seguimos siendo tan inocentes, que le hemos puesto puertas al campo, excelente.
Me he enrrollado tanto que casi se me olvida... FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO. Menos mal que he cumplido.