Dice Jorge Bucay en su libro “Déjame que te cuente…”: “El único error, casi siempre, es creer que la posición en que estoy es la única desde la cual se divisa la verdad. El sordo siempre cree que los que bailan están locos”.
Divisar verdad, es un espejismo hoy en día, salvo que hayamos sido protagonistas directos del tema en cuestión; en caso contrario, tener la certeza de que manejamos todas las “claves” para tener una información completa y neutral, es casi una entelequia y no solo porque en ocasiones las posiciones personales son un condicionamiento para la interpretación ecuánime, sino porque, la abundancia de información - si el asunto es relevante - hace casi imposible abarcarla en toda su dimensión para forjarnos un juicio acertado.
Vivimos momentos contradictorios; nunca en la historia se ha dispuesto de tantos medios para poder obtener información sobre los asuntos de nuestro interés y además con la posibilidad de hacerlo de modo instantáneo y sin movernos de nuestro “sillón”. Pero la abundancia no ha resultado facilitadora, antes bien, ha creado una especie de “torre de Babel”, que promueve más la confusión que la claridad.
Se han creado tantos intereses espurios, que los referentes se tornan cada vez más confusos. Las informaciones dejan de ser principalmente clarificadoras, para convertirse en un instrumento creador de opinión, pero en la dirección interesada por quien la pone a disposición. Cuando no, nutridas de fuentes sin contrastar y que en ocasiones hasta pueden resultar, a poco que se indague, absolutamente falsas.
No obstante como dice Punset (“Excusas para no pensar”): “Los seres humanos están predispuestos a prestar atención a la información que confirma sus creencias y a ignorar y minimizar la información que refuta lo que creen: nuestras mentes están diseñadas para la consonancia"... De ahí la relevancia de influir y crear opinión con la información, es un modo indirecto de fidelizar.