Llamamos administrar el tiempo impropiamente, porque todos disponemos siempre del máximo, no podemos comprarlo ni venderlo, se mueve siempre a la misma velocidad, tengamos prisa o no, es decir, no hay mas tiempo, que el que vivimos cada día. Aceptadas estas premisas, más bien deberíamos hablar de administrarnos a nosotros mismos.
Para componer este análisis, utilizaremos las diferentes posiciones, que describimos en el post anterior y que hemos reflejado resumidamente en el diagrama de la parte superior. Así pues, vamos a delimitar cuales son las posiciones en cada uno de los escenarios. No se trata de establecer planificaciones rígidas, que coarten nuestra singular espontaneidad y también nuestra propia calidad de vida al sentirse coaccionada nuestra libertad. Pero tampoco hay que olvidar, que el estrés provocado por nuestro “indolente” dejarnos llevar, trae consigo la frustración y en muchos casos la ansiedad.
Veamos pues, cuales son los diferentes entornos:
Entorno A: En él se desarrollan los problemas y se generan las crisis, no podemos evitarlo de modo tajante y habrá muchas ocasiones que no tengamos mas remedio que pasar por allí; pero si nos instalamos en él con carácter de perpetuidad, si asumimos que nuestra vida es así, estamos - casi seguro – derrotados. Resolver al borde del vencimiento es un camino que lleva al error, si éste además es para asuntos principales, peor aún. Instalarse aquí significa, resolver un tema y cuando aún no estemos completamente repuestos de la tensión, sin habernos relajado adecuadamente, ya tenemos “delante de nuestras narices” otra urgencia relevante. Transformaremos nuestra vida posible, en un continuo “apagar fuegos”, sin grandes posibilidades de cambio. Conclusión, con el transcurso del tiempo agotamiento y desánimo. Porque para poder tener algo de tranquilidad, seguro que huiremos hacía actividades del entorno D.
Entorno B: Aquí debemos dirigir nuestro objetivo de mejora, en la medida de lo posible hay que instalarse en él y desde luego con machacona intención de permanecer el mayor tiempo posible, si es factible “forever”. Quienes se afincan ahí, están utilizando lo que se llama “prevención”, actúan con anticipación, no permiten que los temas se “pudran”, dominan la situación y no se dejan arrastrar, es decir, se procuran felicidad y sosiego. Son personas que miran al largo plazo, al horizonte y no se dejan llevar por la “ceguera” el corto plazo. Aprovechan casi todas las oportunidades que les pasan por delante, porque están relajados y “frescos” y sobre todo, bajo ningún concepto, dejan que los asuntos lleguen al entorno A, sacudiéndose la pereza y aplicando diligencia. Evitan refugiarse en el victimismo, se comportan con visión positiva y eluden el conformismo, reaccionando con firmeza. Consiguen control a través de la constancia, no exenta de disciplina y se colocan en un equilibrio estable.
Entorno C: Nos colocamos en él, cuando motivados por una falta de discernimiento certero, confundimos estos asuntos y suponemos que son del Entorno A. No sabemos clasificar bien la urgencia y la hacemos preponderante sobre la relevancia. En muchas ocasiones, no somos nosotros mismos, los que nos colocamos aquí, son las opiniones de otros, quienes nos inculcan unos principios impropios, que hacen que temas secundarios, los clasifiquemos inadecuadamente, con la intención de satisfacer usos sociales impuestos. Pesa mas obtener el crédito ajeno de “reputación”, que dilucidar nuestra propia conveniencia; lástima, porque dejamos que nos vivan (como hemos dicho en otros post). Aquí, no suele poder ejercer control adecuado sobre lo nuestro y eso nos reportará muy poca satisfacción; aunque resolvamos mucho.
Entorno D: Si nos asentamos aquí, escogemos el peor sitio, lo malo es que no es una posición minoritaria. Es como una huida hacia delante, queremos compensar nuestra falta de efectividad, con la cantidad; sin darnos cuenta que nos llenamos de futilidades y cargamos las pilas, para dirigirnos hacia la insatisfacción, nuestra vida se convierte en trivial y poco consecuente. Somos rehenes de las “naderías” y cuantos más asuntos resolvemos, más grande nos hacemos la celda. Es el lugar favorito de los irresponsables, aunque ellos desgraciadamente no lo sepan, la frenética actividad les tapa el horizonte y todo les parece del mismo color.
La posición de vida coherente sería, no estar nunca en los entornos
“C” ó
“D”, sean aplazables o no, son actividades secundarias y por tanto no vitales. Tratar de evitar con insistencia, desenvolverse mayoritariamente en el
“A”. Procurar con constancia vivir en
“B”; cuando se consigue y se convierte en un hábito, se logra una efectividad encomiable.
No buscamos corsés, ni pretendemos dejar de vivir cada día con singularidad y con propio impulso, pero tampoco queremos que los acontecimientos nos dominen. Excederse en el control y la planificación, nos puede sumir en la monotonía, pero huir de ellas, por sentirnos mas libres, en muchas ocasiones es solo una escusa para no afrontar nuestras responsabilidades. Huir nunca ha sido idóneo, aunque en un principio nos produzca sensación de alivio.