Finaliza el año 2012. Un año que
al rememorarlo, no se si me asusta o me espanta. Tengo la impresión de que un
“jarrón chino” se ha roto en trozos tan pequeños, que ni un buen pegamento
puede hacer una adecuada labor de reconstrucción. Tengo la impresión que la
sociedad que hemos conocido - algunos que ya tenemos edad -, ya no la
volveremos a ver tal cual. Empieza una nueva era o época, cargada de
limitaciones y preñada de temores, se ha perdido la confianza y con ella la
sensación de seguridad y paz, necesaria
para propiciar la felicidad.
Quienes por razones de diversa
índole viven atrapados en la precariedad, lo asumen con el absoluto
convencimiento de que nadie vendrá a “rescatarlos” – verbo de rabiosa
actualidad -, ellos saben muy bien, que pagan las penitencias de los “pecados”
propios y ajenos y que para ellos no hay “subvenciones ni ayudas”; son el
reverso claro de una moneda. Se dice que la “purificación” viene a través del
sufrimiento, pero con la diferencia de que les toca - con mayor énfasis - a
quienes menos tienen.
Agradezcamos estas circunstancias
a unas entidades financieras, cargadas de ambición, que facilitaron fondos,
mediante créditos, a quienes no tenían capacidad real de devolverlos;
concentraron riesgos; se dejaron llevar por el “amiguismo”; financiaron los
proyectos faraónicos de unos estamentos políticos, más preocupados por figurar
que por gobernar y diseñaron productos financieros torticeros para sorprender
las voluntades de quienes menos tenían y meterlos en un callejón sin salida,
privándolos - en ocasiones - de los ahorros de toda su vida.
Agradezcamos estas circunstancias
a unos políticos “metementodos”, que quieren dominar y que su única
preocupación es el partido y no la “cosa pública”; que han derrochado de forma
increíble y han facilitado el enriquecimiento a una pléyade de “encantadores de
serpientes”, maestros de la adulación. A éstos partidos que mantienen en su
seno a personas de “dudosa” conducta, que arribaron a la gestión de lo público
con intención de “pillar”, cuanto más mejor.
Agradezcamos también a las
autoridades, que desde los diferentes organismos, debieron, controlar, auditar,
detectar y cuando no impedir los desmanes, que se han convertido en noticia
cotidiana, sin que nadie sienta “rubor” o entone un “mea culpa” y haga mutis
por el foro; significando con ello que, aún no siendo culpables de dichos
desafueros, dirigían dichas áreas y por
tanto en su calidad de jefes responden también de los actos no deseados en la
misma proporción, que demandan el reconocimiento de los aciertos en la gestión.
Agradezcamos también a nuestros
parlamentarios, los llamados padres de la patria. Aunque con sus actos más bien
se han ganado la desposesión de la “patria potestad” por su incipiente
prodigalidad. Personajes que legislan para limitar o eliminar derechos a los ciudadanos con la intención de ahorrar;
pero que siguen cobrando sus salarios, dietas, subvenciones de comedor y otras
prebendas y que no piensan retroceder ni un palmo, aunque solo sea “para hacer
bonito”. Que han convertido el diálogo en insulto y que abroncan, abuchean y
presionan a cualquier adversario que tome la tribuna con intención de
hablar. A quienes viven al margen de la
sociedad y dicen que la representan.
Agradezcamos también a la
Administración de Justicia, que instruye prolijos y eternos sumarios – seguramente
en cumplimiento de la ley vigente – y nos deja un sabor de boca agridulce,
pensando en cuando llegará el día en que, quienes abusando de la confianza y la
laxitud de las instituciones, se han apoderado de lo que no es suyo o han hecho
uso impropio de lo bienes públicos, para obtener rendimientos personales, sean
debidamente condenados por sus reprobables actos y devuelvan al erario público
el montante de sus desmanes.
Finalicemos el año como siempre,
deseándonos feliz 2013, abrazándonos y felicitándonos, aunque en esta noche
vieja, no nos hará falta el “matasuegras” y el sombrerito oriental, porque solo
con mostrar nuestra cara de resignación, hastío e incredulidad, será
suficiente. No necesitamos disfraz, nos lo han puesto a lo largo del año. Ojala
nos dejen los mercados volver a ser como éramos.
“…los hombres de calidad forman entre ellos partidos porque
tienen principios comunes, mientras que los hombres vulgares se asocian con sus
semejantes porque de ello derivan un provecho mútuo” (Ou-yang Hsiu. 1007-1072.
China).