Dice José Ortega y Gasset en su
libro “Unas lecciones de metafísica”(1966):
“Vivir no es entrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, como se
elige el teatro después de cenar, sino que es encontrarse de pronto y sin saber
cómo caído, sumergido, proyectado en un mundo incanjeable, en este de ahora. Nuestra
vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir…”
Aparentemente es como una
predeterminación, cada uno en su mundo “incanjeable”, tiene que desenvolverse
con los atributos que tiene, pero aun existiendo muchas limitaciones, somos
nosotros, quienes cada día con nuestro empeño y voluntad, gobernamos el “barco”
en el rumbo que estimamos pertinente.
Bien es verdad, que no solo cuenta
lo que nosotros queremos o pretendemos; influye también con gran fuerza, lo que
nuestro entorno más cercano estima que debemos hacer. Es verdad que no somos
enteramente libres de decidir, que metas queremos abordar, pero estamos
claramente influenciados por la educación recibida y somos en cierto modo
“cautivos” de los usos y costumbres mayoritarios.
Convertir nuestro aparente
destino, en uno nuevo, a través de un “fuerte golpe de timón”, dirigiéndonos
hacia “rumbos” completamente diferentes al que nos lleva esa placidez de
dejarse llevar por lo que se espera de uno; cuanto menos es de una gran osadía
y requiere valor, determinación y voluntad, para no cejar en el empeño, a pesar
de las miradas desaprobatorias o las palabras desalentadoras de nuestro entorno
próximo.
No creo que haya un único
destino, dentro de las condiciones en las que nos desenvolvemos hay claras
encrucijadas, que dependiendo cual sea nuestra decisión, pondrá a nuestro
alcance o alejará, alternativas y oportunidades. También es cierto que esas
encrucijadas, en ocasiones, solo suceden una vez; en muchas ocasiones no es fácil
retomar proyectos rechazados en el pasado. De ahí que debemos estar atentos y
ser constantes en nuestras decisiones.
No hay nada tan machaconamente
presente, que aquellas oportunidades que bien de pensamiento o de facto
estuvieron a nuestro alcance y que por temor a no complacer “lo que se espera
de nosotros”, hemos dejado o soslayado por comodidad o falta de carácter
suficiente para “vencer” la resistencia inicial. Somos extremadamente
conservadores y tenemos grandes dificultades para acometer proyectos sin la
aquiescencia mayoritaria de los que nos rodean; casi, casi, como si ellos
tuvieran que vivir por nosotros. Dejar de hacer lo que uno desea, dentro de sus
posibilidades, es en el fondo vivir “menos”.
Como dice Ortega y Gasset:
“…nuestra vida es nuestro ser. Somos lo que ella sea y nada más; pero ese ser
no está predeterminado, resuelto de antemano, sino que necesitamos decidirlo
nosotros, tenemos que decidir lo que vamos a ser…”