Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido” (2013): “La pedrería verbal que ha tenido tanto éxito estos últimos años es otro de los lujos que ya no podemos permitirnos. Es urgente medir nuestras palabras para que lo que digamos no añada ni una brizna más a la confusión ni agrave innecesariamente el clima turbio de la discordia. Y es urgente medir también las palabras que nos digan, como se comprueba la calidad de un metal o la de un billete de banco, para saber si quien las dice está mintiendo o no o si sus palabras se corresponden con sus actos”.
Vivimos una época de especial dificultad, el pasado reciente nos queda muy lejano y su placentera forma de vida ya no nos la podemos permitir, unido a una gran incertidumbre para el futuro. Se han desvanecido las “estructuras” racionales de convivencia social y debemos relacionarnos con un especial cuidado en el contacto personal. Esto hace que sin ninguna intención asceta, nos hayamos retirado a nuestro “castillo” y hayamos minimizado al máximo, por seguridad, el contacto físico en nuestras relaciones.
Difícil tesitura para mantener el cuerpo social de convivencia mínimo indispensable para cualquier conjunto de relaciones que mantuviéramos en el pasado. Se impone la necesidad de medir lo que decimos, porque ahora ha cobrado una trascendencia incrementada y más aún deben de hacerlo, quienes tienen especial audiencia dada su condición. Usar nuestras argumentaciones para insultar, despreciar, desprestigiar o anular a nuestros antagónicos, toma en estos tiempos un especial riesgo destructivo, nada desdeñable.
Nada justifica el improperio, la crítica se puede ejercer con respecto y exenta de palabras “agrías” y con ello podemos ser igual de contundentes. Quienes no saben o no quieren dialogar, son muy proclives a descalificar, sin entrar nunca en el fondo de las cuestiones y con esa actitud impiden la conformación de cualquier proyecto futuro de estabilidad, parece como si su intención fuera exclusivamente “destruir” los puentes de la convivencia y con eso no gana nadie.
Como dice Muñoz Molina: “Nuestros actos hablan por nosotros de una forma mucho más verdadera que nuestras palabras. Las palabras son gratis, y su sonido no varía si se están usando para mentir o para decir la verdad”. Ojala actuemos con sensatez y sobre todo con mesura.