martes, 2 de diciembre de 2014

La incertidumbre.


Dice Fernando Savater en su libro “El valor de elegir”: “La voluntaria disposición de nuestras acciones está marcada por dos constricciones irremediables. Nuestro conocimiento del estado de las cosas y nuestra imaginación para presuponer alternativas de actos viables padece la limitación de la incertidumbre. Nunca lo sabemos todo, nunca estamos seguros de saber lo suficiente o de ignorar lo más  importante: lo único que siempre podemos prever con absoluta certeza es el acecho de lo imprevisible…Sin embargo, nuestra necesidad de actuar va más allá del alcance efectivo de nuestro conocimiento y nuestra imaginación. Estas carencias nos limitan y a veces nos traicionan, pero no pueden paralizarnos. Y esa misma necesidad de actuar constituye la segunda coacción que acota nuestra voluntad, porque debemos obrar irremisiblemente  en un marco de fatalidad que se nos impone en la mayoría de los casos… A la combinación de la incertidumbre (causada por nuestro conocimiento deficiente) y de la fatalidad que nos urge a actuar, solemos llamarla azar. El azar es el rostro mágico y simple de algo sumamente intrincado, de una madeja que renunciamos a devanar.”

No hay nada que nos bloquee tanto como la incertidumbre en los momentos de la toma de decisiones., en esas circunstancias demoramos demasiado la acción; cargados de dudas y manejando alternativas – imaginarias o reales – pasamos más tiempo en los preámbulos, que en la ejecución. Tenemos siempre un error de partida casi endémico, consideramos certidumbre a lo que puramente no es más que “costumbre”. El devenir diario – si está dentro de los cauces preestablecidos y aceptadoslo consideramos absolutamente determinista, es decir, exento de riego; sin percatarnos de que es también imprevisible. La repetición machacona, no asegura en ningún caso, el acierto. Emular el pasado, implantando como “norma” la costumbre, no es en ningún caso garantía de éxito futuro.

Creemos que haciendo lo mismo, le ganamos  un  pulso a la incomoda falta de seguridad, nos aferramos a lo conocido, casi como si fuera lo mejor y de ahí nuestra zozobra cuando atisban en el horizonte alternativas de cambio. El cambio no es lo nuestro, sin lugar a dudas preferimos el “continuismo”. Aunque las propuestas planteadas tengan una evidente promoción profesional y personal, haremos pesar mucho en la balanza lo que ya tenemos y nos resistiremos mentalmente, todo lo que podamos, a propiciar dicho cambio. Evitamos, en todo lo posible, tomar “riesgos” y esa tendencia tan conservadora, nos hurta muchas alternativas.

Cortedad de miras al suponer, que nuestra habitualidad es inmutable.  Nada desarrolla tanto nuestras cualidades intrínsecas, como la puesta a prueba, de las mismas,  en ambientes diversos; donde casi hay que partir de cero y construir un nuevo entorno; que acabará siendo tan “saludable” como el que hemos dejado atrás. Pero ésta nos es la cultura que hemos interiorizado, en donde abandonar nuestro entorno, cuesta mucho… muchísimo. No aceptar el “riesgo” medido, es evidenciar una falta de confianza en nuestras posibilidades, preferir la suave pendiente por donde se desliza la costumbre, en detrimento del camino intrincado, en principio, que representa cualquier nueva alternativa dentro de las posibles, es limitarse muchas veces mucho.


Como dice Savater: “Actuar es en esencia elegir y elegir consiste en conjugar adecuadamente el conocimiento, imaginación y decisión en el campo de lo posible (sobre lo imposible, en cambio, no hay deliberación, como ya señaló Aristóteles: no podemos elegir ser inmortales)…”

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...