domingo, 31 de agosto de 2014

Circunscripciones



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente” (1986): “Para que la vida democrática permeabilice la sociedad democrática, será indispensable que la constitución penetre también en las antesalas de los partidos políticos objetivando sus normas de financiación, respetando los derechos de las minorías, incrementando el papel decisorio en las cuestiones fundamentales de los colectivos afines vinculados al partido por su voto y no solo por su militancia. Y será preciso devolver al ciudadano unos márgenes de libertad que ahora absorben en su totalidad las oligarquías centrales. La organización interna de los partidos políticos no garantiza siquiera la participación de los responsables locales y regionales en la estrategia política que se define exclusivamente en los organismos nacionales. Existe un pacto implícito en virtud del cual los organismos locales son responsables de aglutinar un colectivo mayoritario de votos en los congresos del partido y la dirección nacional es la que fija la estrategia electoral política.”

Punset define perfectamente el escenario, pero aunque no lo explícita se advierte entre líneas algo sustancial; los partidos políticos internamente tienen poco de democráticos; más bien son estructuras monolíticas dominadas por la burocracia interna, que como una guardia de corps hace proselitismo promocional entre aquellos de sus militantes que considera más maleables. Creo que estos aparatos centrales ni siquiera han entendido bien lo que son las comunidades autónomas, tal vez porque para ellos es una amenaza a ese poder omnímodo.

Esta forma de ver la política ha generado el desarrollo de organizaciones autonómicas, cuya preocupación y objetivo principal son las cuestiones locales, que se han fortalecido al socaire de la percepción ciudadana de desigualdades en el  trato por parte de los gobiernos centrales. Esta circunstancia unida a las necesidades de pactos para gobernar mayoritariamente, ha propiciado que los partidos autonómicos que tenían la “llave” hayan pactado contraprestaciones, para ceder su voto favorable en las investiduras o en la aprobación de nuevas leyes importantes.

Mercadeo que no ha dejado insensible a los demás, porque las concesiones “extraordinarias” siempre ha sido a costa de disminuir las aplicaciones a otras Comunidades, ya que la “tarta” es la que es y no se estira como el chicle. Estas circunstancias han acabado por no complacer a nadie y han generado un malestar general difícil de paliar. No hay nada que produzca tanta desazón, como la sensación o la evidencia de sentirse injustamente tratado.

Las organizaciones autonómicas de los partidos de gobierno, no tienen capacidad para cambiar estas circunstancias, porque su papel está centrado en el acatamiento de las directrices de su partido – en las que tiene escasa capacidad de influencia – y en recordar insistentemente, que los desajustes han sido inferidos por gobiernos anteriores de otros partidos. Guardan silencio si el partido de gobierno de la nación es el suyo y se quejan insistentemente cuando es del partido opositor.

Y esto no es solo la regla D’Hont quien lo propicia, al fin y al cabo ésta, es un sistema de reparto. En realidad la mayor desigualdad la producen el tamaño de las circunscripciones, que con la distribución actual sancionan más que proporcionalmente a los partidos de tamaño medio/pequeño; como dice Punset: “Se trata de un problema de geometría de escaños y no de reglas de distribución, cuya única solución – para subsanar los profundos vicios de la representatividad – consistiría en convertir a las comunidades autónomas en circunscripciones mediante la necesaria reforma constitucional”.   

viernes, 29 de agosto de 2014

Consenso



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente”: “La complejidad de los mecanismos económicos y sociales de un país moderno exigen planteamientos colectivos más que partidistas, por la sencilla razón de que sólo caben soluciones colectivas a esos problemas. Pero estos comportamientos no pueden improvisarse sólo una vez al año  cada cuatro años, sino que debieran ejercitarse los trescientos sesenta y cinco días del año.
Lo cierto es que los verdaderos pactos sociales – los que realmente reducen las cotas de  incertidumbre y mejoran los niveles de bienestar de los ciudadanos de los países más avanzados – tienen poco que ver con las vocaciones repentinas de concordancia. “La paz social – decía Kennedy – es un proceso cotidiano, semanal, mensual, que modifica gradualmente las opiniones, erosiona con lentitud las viejas barreras para construir directamente en su lugar las nuevas estructuras.”
La Administración Pública ya no puede seguir pretendiendo que es la única depositaria del interés colectivo y la única en saber de antemano cómo se satisfacen los intereses legítimos de los ciudadanos.”

Punset publicaba este libro en 1986 y hacía referencia en algunos pasajes a la crisis de 1979. Hoy seguramente, podríamos repetir el mismo párrafo. Los problemas siguen ahí y la voluntad partidista cada vez más férrea. Tan es así, que los partidos todo lo que hacen es excelente, lo que no pueden resolver es herencia fatal de antecesores y por supuesto, lo que hicieron otros es un desastre, que se ha contenido gracias a su presencia actual en las tareas de gobierno

Interpretar la acción política, como una crítica recalcitrante de los adversarios, no reconociendo ningún acierto y poniendo en evidencia siempre, que el camino “tomado” por el oponente - sea cual sea - es malo; es tener un pobre concepto de la democracia. Solo llegaremos a buen puerto, si nos esforzamos en ser tolerantes y buscamos la convergencia. Los aciertos en la gestión pública, no son patrimonio de una determinada ideología, muy al contrario, es el resultado de un buen enfoque consensuado, unido al deseo de resolver con visión a largo plazo; evitando la postura cortoplacista para cosechar seudo-éxitos, con parches tan atractivos en la forma, como estériles en el fondo.

Cuanto más seguro está uno de sus convicciones, más predisposición tiene para escuchar otras opiniones, para no desaprovechar ninguna oportunidad de enriquecerse con el pensamiento ajeno. Por el contrario, la cerrazón y la intransigencia casi siempre van “colgadas” de personas, que protegen la inseguridad de sus propios postulados, no queriendo escuchar las posiciones discrepantes, para evitar constatar su criterio erróneo o no ajustado a la realidad del momento. Prefieren ignorar y seguir siendo fundamentalistas de un solo “credo”. Craso error y poco futuro.

Sirva como ejemplo evidente en nuestro País la desacertada política educativa, que es tratada con evidente vocación partidista y sin ningún deseo de “encuentro”; cuyo resultado práctico es el creciente desconcierto de los estudiantes y el desánimo de los profesores. No hay nada que debiera tener mayor grado de acuerdo global, que la formación de quienes son el futuro. Hacer presente - en esta materia - con posiciones poco tolerantes; es planificar un “pobre” bagaje y contribuir de forma evidente al creciente fracaso escolar. Sin pequeños y continuos cambios cuantitativos, no daremos jamás el salto cualitativo.

Nunca me han gustado las funciones discontinuas, por su semejanza a los saltos en vacío y en este tema la “continuidad” mejorada debería de estar absolutamente asegurada. Modificar lo erróneo y seguir hacia delante, sí; destruir y comenzar de nuevo, ¡no!. En la práctica no hay nada  completamente equivocado o absolutamente cierto. Esa rotundidad solo está conformada en nuestra mente cargada de rigideces, totalmente impropias de seres racionales. Quizás es el peaje, que pagamos, por la escasa formación “social” recibida. Seamos consecuentes y no lo repitamos, rompamos la tendencia, planifiquemos bien o lo lamentaremos.

lunes, 25 de agosto de 2014

fair play



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: “Es muy difícil llevar la contraria en España. Llevar la contraria no a los del partidos o a los del bando contrario, sino a los que parecería que están al lado de uno; llevar la contraria sin mirar a un lado y a otro antes de abrir la boca para asegurarse de que se cuenta con el apoyo de los que saben o creen que uno está a su favor; llevar la contraria a solas, a cuerpo limpio, diciendo educadamente lo que uno piensa que debe decir, lo que apetece decir, lo que le parece indigno callar, sabiendo que se arriesga no a la reprobación segura de quienes no comparten sus ideas sino al rechazo ofendido de los que lo consideran uno de los suyos; llevar la contraria no a visiones abstractas y totales del mundo sino a hechos particulares de la realidad.”

Siempre ha sido más fácil decir si, que decir no. Como también es más frecuente asentir que disentir. Hemos recibido una educación dirigida a no contrariar, ser educados es un objetivo desde la infancia. Para ello hace falta, en algunas ocasiones, tragar algún “sapo”, haciendo ver que se está de acuerdo con la opinión mayoritaria de nuestro entorno social; quienes exponen con franqueza su verdadera opinión discrepante, pronto son “etiquetados”, acción que conlleva un cierto aislamiento posterior en el grupo.

Ser demócrata va mucho más allá de una afirmación verbal repetida con mucho énfasis. Ser demócrata, es mucho más, es un determinado estilo de vida, cargado de tolerancia  y generosidad, para tratar de interiorizar de modo irreversible, que la diversidad de criterios enriquece. Como requisito previo se requiere “desprostituir” el lenguaje, volver a la esencia de las palabras y olvidarse de eufemismos recalcitrantes y vacíos; dicho con menos retórica, ser sinceros con nosotros y con los demás. Sin trampas.

Poder opinar con libertad y respeto a los demás, es un objetivo aún lejano en nuestra sociedad, acostumbrada a homogeneizar a sus miembros, conformándolos  en grupos antagónicos y levantando barreras invisibles para evitar “contaminarse” con opiniones heterodoxas. Nunca me han gustado los aires viciados, ni las estancias con poca luz y para mí los grupos excluyentes, asemejan este tipo de estancias, aunque estén perfectamente ventiladas o mantengan una excelente iluminación, para facilitar el proselitismo. La “decoración” es solo transitoria, solo sirve para confundir al inicio, pero cuando se traspasa el umbral, pronto aparece el verdadero ambiente, que disfraza.

En el fondo Muñoz Molina lo describe muy bien: “El resultado es que muchas personas que habrían debido hablar han callado y siguen callando, y que en España sea tan común decir una cosa en público y la contraria en privado, y actuar de una manera y opinar de otra. Muchas cosas simplemente no pueden decirse.”

sábado, 23 de agosto de 2014

¿servir o mandar?



Dice Fernando Savater en su libro Política para Amador”: “Y es que estos partidos, que no son más que un instrumento para facilitar que todos podamos participar en cierta medida en las tareas de gobierno, terminan convirtiéndose en fines en sí mismos y decidiendo lo que está bien y lo que está mal: todo lo que se hace a favor del partido es bueno, lo que perjudica al partido es malo. Una creencia muy peligrosa, que debe ser combatida de tres modos:
a) aplicando con toda severidad las leyes y no dejando impunes los delitos de nadie, por alta que sea su situación en la jerarquía política del país;
b) procurando relativizar el papel de los partidos políticos, quitándoles privilegios e importancia, no aceptando los mecanismos autoritarios que impiden a las voces críticas que hay en ellos expresar y hacer valer sus opiniones;
c) desarrollando otras formas paralelas de participar en la vida pública de la comunidad, como colectivos ciudadanos, asambleas de vecinos, agrupaciones laborales, etc.
En una palabra, evitando que se forme una costra de inamovibles especialistas en mandar, bajo la cual todos los demás tengamos que ser resignados especialistas en obedecer.”

Savater publicó este libro hace 22 años, ha llovido mucho, pero todo sigue igual; es decir, su reflexión podría ser de anteayer y no haría falta cambiar ni una sola coma. Las cuestiones que se enquistan, siempre suelen ser muy difíciles de resolver y al parecer en este caso, se ha tornado en crónica. Cambiar el modo de actuar  de los partidos políticos de gobierno en nuestra sociedad, se está convirtiendo en una tarea casi imposible de instrumentar.

La “antigüedad” de nuestros políticos en los cargos, es de tal magnitud, que ellos mismos lo han asimilado como su profesión y por tanto lo viven como un estado permanente y no temporal, como deberías ser. Quienes en teoría llegaron para servir y cumplir sus programas de gobierno, que es para lo que fueron elegidos por los votantes; se creen con el “derecho” a olvidar con toda desfachatez lo planteado en su campaña electoral, alegar motivos siempre espurios y sin ningún sonrojo hacernos creer, que gracias a ellos no estamos peor.

Soplar y sorber al mismo tiempo es imposible. No explicar con claridad las acciones de gobierno y las circunstancias que impiden llevar a cabo lo previsto; que es un deber de los partidos y un derecho de los ciudadanos y pretender además, entusiasmo y aplauso es cuanto menos una desfachatez o un exceso de confianza. Explicar las desviaciones con respecto a la planificación, es el primer paso para tomar conciencia y resolver los problemas, sin este análisis cargado de autocrítica los asuntos se enmarañan y generan profunda decepción en los ciudadanos.

Como muy bien dice Fernando Savater: “…los gobiernos actuales en las democracias están formados por representantes elegidos por los ciudadanos, que se ocupan de resolver los problemas prácticos de la administración de la comunidad de acuerdo con la voluntad expresa de la mayoría y son pagados para ello. Lo malo es que tales representantes muestran una evidente tendencia a olvidar que no son más que unos mandados —nuestros mandados— y suelen convertirse en especialistas en mandar.” Y parece, por la tendencia, que se instalan con vocación de largo plazo… Salvo la emergencia de iniciativas revulsivas ciudadanas, que remuevan las conciencias y erradiquen, poco a poco, las malas costumbres.

viernes, 22 de agosto de 2014

Creencias



Dice José Luis Sampedro en su libro “Cuarteto para un solista”: “Lo importante en la vida de una persona es su creencia. Las creencias son las verdades vitales, las que nos guían y motivan, decidiendo nuestro futuro. La mente humana concibe toda fantasía de mitos más variados, inventa hadas y gigantes, se propone intereses y objetivos, rumbos desconocidos y cualquier otra creación... Mi norma es no aceptar nunca pasivamente lo que nos dicen; no asumirlo aunque lo diga una autoridad ni aunque se encuentre escrito en un libro donde alguien consignó hace siglos su propia creencia. Alguna de esas propuestas arraigará porque te convence. Si se acepta sin pensar no se vive la propia vida, sino la que otros dictan. En cambio, con la verdad asumida, se está en camino de llegar a ser quien se es.

Creo que el Profesor Sampedro vivió con esas premisas. Su inconformismo, su independencia y su rigor fueron para mí un ejemplo a seguir. Tuve conocimiento de él cuando estudiaba, ya que alguna de sus obras eran textos de bibliografía relevante. Con posterioridad (los ochenta) entré en contacto con sus novelas, confieso que profesaba admiración por él, sobre todo en los últimos años, a pesar de que me resultaron muy difíciles de leer algunos de sus libros (v.gr. Octubre, octubre).

Estoy absolutamente de acuerdo en su planteamiento, pero el cumplimiento lo considero no exento de dificultades; en una sociedad cargada de estereotipos y de modelos sociales generalmente admitidos, la independencia no suele ser fácil de aplicar. Hacerse una idea propia sobre los asuntos, contemplando todo con carácter crítico, para ir conformando nuestro futuro, sin dejarse llevar por la corriente fácil del seguidismo, es una tarea ardua y muy complicada. Los inconvenientes son muchos y en ocasiones difíciles de soslayar. El sistema demanda homogeneidad, casi a ultranza.

Demasiados intereses creados y muchas renuncias en la mochila, esto es lo que se acumula con los años. Aunque uno no acepte las propuestas generales, debe en algunas ocasiones reservarlo para su propia intimidad; sobre todo cuando se trata de valores que se consideran necesarios para desempeñar ciertos cargos o trabajos; principalmente en la empresa privada, donde el “ascenso” depende de la discrecionalidad de otros. Habitualmente la singularidad - en las organizaciones empresariales grandes -, no es bien recibida y la independencia se considera una trasgresión incómoda para aquellos que en definitiva tienen la llave de las promociones.

En el comienzo de la vida profesional uno, puede no tener más remedio que vivir una vida dictada, sin quebrantar – claro está – principios fundamentales; para  recobrar parte de su “independencia”, conforme ha ido progresando en la pirámide.  Dicotomía  fácil de describir, pero extraordinariamente pesada de recorrer. Por ahora, en la empresa es lo que hay, según creo. El modelo propuesto por el Profesor Sampedro, sería más accesible en caso de desarrollar profesiones liberales y siempre que los trabajos estén atomizados y no represente ningún cliente un porcentaje significativo de la facturación. Desde luego absolutamente realizable en el ámbito de la Universidad, siempre que uno se dedique a la docencia y la investigación y olvide los cargos políticos, dentro o fuera del Campus.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Corrupción política.



Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos, tontos, tópicos”: “Lo más grave de la corrupción política, con todo, no es la aireada corrupción de ciertos políticos, sino la más oculta e insidiosa corrupción de la política democrática mismas…Lo que importa no es tanto la conducta irregular de algunos, como el hecho de que el sistema que en principio nos representa a todos anime, ampare o deje sin sanción aquellas conductas. La mayor corrupción política sería que la sociedad civil no haga mucho por acabar con los corruptos y las corruptelas. Bastante desorientado, al ciudadano ordinario suele irritarle mucho más conocer que un político se lleve dinero público al bolsilla que enterarse que ese dinero vaya a parar a las arcas de su partido. Deja entonces de percibir que aquel delincuente no le mancha con su delito, mientras que el partido que se apropia de ese dinero para una campaña electoral mancha el sistema político entero y atenta contra el principio de igualdad política y el de representación.”

Arteta entra en el “ojo del huracán”, no se queda en la superficie. El poco esfuerzo aparente, que percibimos los ciudadanos de a pie, que ponen los partidos en investigar internamente en sus propias organizaciones el alcance de las prácticas corruptas, casi preocupa más, que la propia corrupción en si misma.  Como sistemática habitual, lo primero es negar su existencia y amparar la honestidad de quienes son señalados; segundo dejarlo todo en manos de los tribunales, en quienes se delega el desenlace.

No se perciben acciones rápidas para dilucidar  el alcance de la “contaminación” interna, poniendo empeño en evaluar la extensión  de éstas prácticas espurias y la afectación de personas como colaboradores y/o encubridores. Si los partidos  lo hacen, pero de modo tan callado que no trasciende, hacen muy mal; porque los ciudadanos estaríamos más “tranquilos”, si estuviéramos bien informados. Solo cabe pensar, que no se tiene un verdadero deseo de publicidad por el desprestigio que ello supone, o peor aún; se nos considera menores de edad y por tanto alejados de la “madurez” necesaria para interpretar adecuadamente los hechos.

Sea cual sea la estrategia,  está calando en la sociedad cada vez más intensamente: “que así es la política”; como si fuera un mal, que solo el transcurso del tiempo lo sana; no porque sean debidamente reprendidos los culpables, no; lo propiciará nuestra inefable falta de memoria y nuestra predisposición al olvido. Además, como los acontecimientos en la era de la comunicación, florecen día a día, poniendo al alcance de todos, sucesos de lo más estrambóticos, solo es necesario agitarlos y difundirlos con intensidad, por quienes tienen interés en desviar la atención y cuentan con medios suficientes para poderlo hacer; para que los desmanes acaben quedando ocultos en esa nueva gran maraña de acontecimientos escandalosos.

Como muy bien dice Aurelio Arteta: “Esta idílica sociedad que formamos constituye el mundo de los intereses más egoístas, de las clases sociales y de la desigualdad; en suma, el reino del mercado y del dinero. Hay corrupción `porque esta lógica de lo privado contagia a la lógica pública… cada vez que la política  misma se ofrece como un inmenso mercado de votos, de influencias o de puestos públicos.” 

martes, 19 de agosto de 2014

Ser ciudadano



Dice Paul Barry Clarke en su libro “Ser ciudadano”: “Ser un ciudadano pleno significa participar tanto en la dirección de la propia vida como en la definición de algunos de sus parámetros generales; significa tener conciencia de que se actúa en y para un mundo compartido con otros y de que nuestra respectivas identidades individuales se relacionan y se crean mutuamente”.

Soy partidario de la singularidad, como expresión - sin complejos - de la propia identidad; pero no concibo, que ello, suponga aislamiento. Vivir en solitario, alegando identidad divergente con los demás, es constatar de modo expreso una incapacidad para asumir diversidad o discrepancia de comportamientos ajenos y por tanto es negar la tolerancia, que sin embargo, nosotros demandamos para desarrollar nuestra singularidad.

No hay nada que culturalmente enriquezca más, que debatir con respeto sobre cualquier tema, por muy distantes que sean los puntos de vista de los interlocutores, solo los fanáticos (quien no soporta vivir con los que piensan de modo distinto por miedo a descubrir que él tampoco está tan seguro como parece de lo que dice creer [Fernando Savater]) anclados por su inalterable posesión de la verdad, evitan contrastar opiniones y sobre todo, soslayan cualquier posibilidad de debate ordenado.

En la era de la comunicación y de la información, con la emergencia de sistemas de difusión y contacto cada vez más cotidiana; la posibilidad de contrastar puntos de vista diferentes sobre cualquier asunto, ha crecido exponencialmente y debería de ser para bien de todos. Por el contrario, la utilización de estas plataformas innovadoras  de modo sesgado, pretendiendo un seguidismo de sus miembros o nutriéndolas de participantes con alto grado de homogeneidad, es limitar su utilidad e indirectamente contravenir el espíritu de sus creadores, proclives a compartir.

En un ámbito democrático, tolerar los puntos de vista de quienes opinan diametralmente opuesto a nosotros,  es demostrar un elevado respeto por los demás y también por uno mismo. Pero seguir conviviendo con quienes sabemos de antemano, que nos desaprueban a nosotros, es un esfuerzo de generosidad poco frecuente. Rechazar de plano cualquier argumentación, sin escuchar atentamente sus postulados, es una posición claramente reprobable, que conduce al aislamiento progresivo.

Ese destino irremediable cargado de fatalidades, que nos vaticinan; quedaría muy neutralizado, si ejerciéramos nuestra capacidad de elegir pensando siempre en integrar y no excluir.

domingo, 17 de agosto de 2014

Megaplayers vs. Micropowers.



Dice Moisés Naím en su libro “El Fin del Poder”: “Hubo una época que los líderes estaban inextricablemente unidos al aparato de los gobiernos y los partidos. Incluso los revolucionarios aspiraban a ocupar un alto cargo en la burocracia pública. En los últimos tiempos, sin embargo, muchos de nuestros héroes han llegado a la fama a través del mundo digital, empleando la tecnología para difundir los mensajes e influir en los resultados, cosas para las que antes hacían falta  las  infraestructuras de los partidos, las organizaciones no gubernamentales (ONG) o la prensa tradicional… Lo importante es la difusión del poder que ha colocado a los individuos en una posición sin precedentes, que les permite no solo eludir las instituciones políticas desarrolladas durante decenios sino también influir, persuadir o limitar a los políticos “reales” de forma más directa y eficaz de lo que podía haber imaginado cualquier teórico político clásico.”

Explica Naím, que su libro lo escribió a raíz del éxito que tuvo un artículo suyo titulado “Megaplayers vs. Micropowers”, publicado en la revista Forign Policy; en él, describía la irrupción y crecimiento de nuevos micropoderes, que han desafiado el equilibrio tradicional de los Megaactores; lo que está apuntando a que el poder se vuelva más efímero y más difícil de ejercer bajo las pautas y tradiciones históricas, tan es así que el autor lo señala como una de las características de esta época.

Siempre me ha fascinado la palabra “outliers”, que es el nombre que se aplica a los individuos de una muestra estadística de datos, cuyo comportamiento es tan distante a las pautas medias, que deben ser aislados en los análisis, para evitar sesgos en las conclusiones. Creo que en la singularidad está el progreso y  creo también, que en la costumbre está la continuidad. En una época donde la continuidad de las políticas tradicionales, producen unos resultados tan ambiguos, transfiriendo sacrificio y austeridad casi sin limitación, a quienes ya soportaban una pesada carga, no me parece mal que emerjan nuevas formas de ver las cosas y enjuicien los problemas con “ojos” no mediatizados por la costumbre en el ejercicio del poder. Aunque haya un profundo empeño en etiquetarlos como “outliers”

No ignoro, que actualmente, el poder se ejerce a través de entramados burocráticos poderosos, que como pesados engranajes articulan una estructura robusta, que avanza sin descanso hacia un objetivo determinado por quienes han obtenido la facultad de mandar a través de los votos. Pero también observo con gran curiosidad, como esos “gigantes” siguen sorprendidos, de que con pocos medios y escaso tiempo,  “otros” hayan conseguido que una parte del electorado haya desviado su punto de mira y concentre su voto en organizaciones “livianas” y carentes de experiencia de gobierno.

Esta circunstancia ha radicalizado las posiciones de los actores políticos históricos, quienes constatan como emergen competidores de parcelas de poder, pero – piensan - fáciles de neutralizar. No se percatan, que es la coincidencia del mensaje que transmiten, con los deseos y preocupaciones de parte de la población, quien los motiva y no el tirón mediático y en ocasiones también mesiánico, que concentra votos con rapidez, pero que es fácilmente neutralizable, vía el desprestigio de los líderes más significativos. Camino equivocado, porque lo único que provoca es una publicidad mediática relevante, lo que se traduce en la práctica, en incremento de nuevos partidarios; llamados en ocasiones por la solidaridad con el que aparece como más débil en esa seudo-disputa.

La crítica hacia quienes han superado las “barreras de entrada”, ha quedado estructurada por los aparatos de las grandes organizaciones, para  actuar como guardia pretoriana y desalojar a los “intrusos”, con discursos contundentes y descalificadores a la vez; ya que no pueden alegar - para ello - la razón de su buen hacer político, ni los buenos resultados de su gestión; unido a una escasa tendencia a explicar con claridad las acciones tomadas y su idoneidad; junto a una falta de voluntad firme para separar de esos aparatos a quienes han estirado “más el brazo que la manga” y han campado por sus respetos con casi total impunidad. No es suficiente esperar al “diagnóstico” futuro de la justicia, sin haber hecho un trabajo profundo interno para evaluar el desaguisado, aunque esto signifique cierto desprestigio, pero que siempre es menos lesivo, que esperar con la cabeza bajo el ala - como los avestruces -, a que sentencien los tribunales. Ése no es el ejercicio de transparencia que esperan los ciudadanos, de quienes no supieron administrar con la debida cautela o se dejaron sorprender por arribistas.

El tiempo y los votos pondrán a cada cual en su sitio, pero mientras tanto no viene mal la reflexión de Naím, que: “Plantea la perspectiva de que es posible que el poder se haya desvinculado del tamaño y de la escala”

sábado, 16 de agosto de 2014

Democracia



Dice Aníbal Romero en su libro “Aproximación a la política”: “La democracia corresponde a una realidad política que incluye, con variado énfasis, un conjunto de rasgos interconectados: derechos semejantes para los ciudadanos; libertad de expresión, de organización y oposición política; elecciones libres y limpias para decidir quién va a gobernar; plazos definidos y limitados de gobierno; una lucha política no violenta; el imperio de leyes comunes para todos y de un poder judicial independiente; así como la existencia de fuerzas armadas y policíacas no politizadas, comprometidas con la nación y el sistema de libertades como tales, y no con un determinado partido político. La sociedad democrática posee a su vez una serie de características, que responden a los rasgos políticos citados: es pluralista; centrada en los derechos individuales; anticonformista; descentralizada institucionalmente y en ocasiones territorialmente; innovadora; socialmente móvil;  no coercitiva; moderada  tanto en la manera de actuar como en las creencias políticas de la mayoría; igualitaria en espíritu y en alguna medida también en la realidad; legalista; abierta; competitiva, respetuosa del ser humano, de su vida y aspiraciones; y respetuosa también del argumento racional en las disputas.”

Creo que no había leído un párrafo tan descriptivo y denso a la vez. La verdad es que la enumeración es exhaustiva, sale bien librada la democracia, pero en nuestra realidad cotidiana quienes quedan mal, muy mal; son los que se llaman demócratas. Casi nada pide Romero; y nosotros pensando que lo que había que hacer es decir a boca llena “yo… yo soy demócrata de toda la vida”. En un entorno, que se ha perdido el sentido profundo de la palabra respeto, no le encaja ni por el forro esta descripción. El pluralismo solo cuenta para exponerlo verbalmente, pero en realidad lo que queremos es que los de siempre (vaya pluralidad), sigan en lo mismo y desde luego al margen de la parrafada del autor, que es clara y contundente. Nuestro quehacer parece que esté centrado, en intentar, cada vez más insistentemente, no alcanzar el equilibrio que se describe.

Desde luego violencia no hay en la lucha política, claro está, si no consideramos la verbal, porque si lo hacemos, pronto descubrimos, que ignoramos el sentido del intercambio de pareceres. Parece como si quisiéramos que los demás fueran “huevos de Pascua”; para ponerles sal y deglutirlos. Igualitaria en espíritu, creo que si, sin duda, pero solo a ese nivel teórico, tan distante en la realidad, que es imposible identificarla, porque la praxis es un desastre. Las posturas aparecen muy distantes e irreconciliables, tal como si quisiera escenificar, que poner distancia es la mejor postura para alcanzar el triunfo; como si en el entramado político, no fuera necesario en muchos asuntos relevantes, resolverlos una sola vez y con consenso; para no volverlos a remover en cada legislatura si se produce cambio de partido de gobierno; lo que representa en la práctica, una extraordinaria pérdida de tiempo y de recursos.

Las disputas no están basadas en argumentos racionales, con gran rapidez devienen en descalificaciones personales y se centran en poner en evidencia circunstancias - cuanto más sucias y reprobables mejor - del oponente con el que se debate;  aunque no tengan, nada que ver con el asunto. La consigna parece ser, “ensucia cuanto puedas verbalmente, porque de este modo neutralizas al contrario”. Sin percatarse que ciertos tipos de actuación, a quien más desprestigian es, a quienes los practican. Esta reprobable forma de hacer, a los ciudadanos nos produce un creciente sentimiento de vergüenza ajena y un alejamiento en rechazo por las malas formas, unido a la sensación de inutilidad y pérdida de sentido práctico en la argumentación.

Como dice Robert Wesson: “Los estados modernos son, en infeliz grado, poco responsables ante los ciudadanos, abusivos del poder, despilfarradores, explotadores, e ineficientes en la tarea de promover el bienestar colectivo… El problema es tal vez insoluble, pero debería ser considerado nuestro mayor desafío intelectual. Quizás sea mas reconfortante y otorgue una satisfacción más pura escudriñar los orígenes y el destino de muestro universo, pero esas investigaciones no avanzarán mucho más si no aprendemos de qué mejor manera organizar nuestras sociedades.”

jueves, 14 de agosto de 2014

Minoría poderosa



Dice Charles. Wright Mills en su libro “La Élite del Poder” (1957: “Los individuos de la minoría poderosa no son gobernantes solitarios. Consejeros y  consultores, portavoces y  creadores de opinión pública son con frecuencia quienes capitanean sus altas ideas y  decisiones. Inmediatamente por debajo de la minoría están los políticos profesionales de los niveles medios de poder, en el Congreso y en los grupos de presión, así como entre las nuevas y viejas clases superiores de la villa, la ciudad y la región. Mezcladas con ellos de modos muy curiosos, están esas celebridades profesionales que viven de exhibirse constantemente, pero que nunca se exhiben bastante mientras son celebridades. Si esas celebridades no están a la cabeza de ninguna jerarquía predominante, muchas veces tienen poder para llamar la atención del público, o para brindar a las masas cosas sensacionales, o, más directamente, para hacerse oír de quienes ocupan posiciones de poder directo. Más o menos libres de compromisos como críticos de la moral y  técnicos del poder, como portavoces de Dios y creadores de la sensibilidad de las masas, esas celebridades y consultores forman parte del escenario inmediato en que se representa el drama de la minoría. Pero ese mismo drama está centrado en los puestos de mando de las grandes jerarquías institucionales.”

Charles Wrigth escribe sobre la realidad americana, pero creo que lo que describe puede aplicarse a nuestra situación actual. Es indudable que no nos “sonarán” extraños asesores, consejeros, consultores, tertulianos, medios escritos y visuales; que de modo insistente, nos explican reiteradamente todas las particularidades de cualquier asunto – sea cual sea el tema – y nos intentan mentalizar de que sus razones, son un análisis objetivo y desinteresado. Unos por continuar en el cargo y otros por seguir su rol, están dispuestos a “fabricar argumentarios”, que a fuerza de repetirlos, acaben calando en la opinión pública y consigan casi desvirtuar la realidad, para acoplarla lo más posible a su realidad virtual.

Estas circunstancias son más acusadas si cabe, cuando los asuntos se circunscriben a los territorios autonómicos, donde dada su acotada trascendencia, es más sencillo servirlo de la mano de lo que llama Wrigth “celebridades”. En estas ocasiones, se intenta influir mediante el apoyo de quienes son ampliamente conocidos y relevantes. Aunque el tema sometido a debate, no sea de su especialidad; lo más importante es hacerse oír, conseguir que los ciudadanos interioricen la argumentación deseada, aunque ésta no esté completamente en concordancia con el fondo de la cuestión sometida a debate.

Montado el entramado, debe resaltarse que quienes han participado y  facilitado este tipo de acciones, adquieren para si una cierta parcela de poder; pues aun no detentándolo, tienen la facultad de poder influir en la toma de las decisiones sobre los asuntos de interés, tanto para si, como para sus amigos. Con ello se cierra el bucle y se crean fuertes lazos de interés bifocal. Se devuelven favores o se agradecen actuaciones anteriores, con decisiones actuales o futuras, cumplimentando “recomendaciones o sugerencias” de quienes tienen cierto prestigio y son por ello, a su vez, imprescindibles creadores de opinión a través de sus argumentaciones o acciones mediáticas.

Los entramados de poder son extraordinariamente complejos y en ocasiones quienes aparecen como decisores, esconden tras de sí, a los verdaderos creadores e impulsores de algunas de los cambios o toma de decisiones de envergadura. No es de extrañar a este respecto, que quienes tienen la relación y la capacidad de influencia en algunos estamentos, estén organizados en despachos, cuyo cometido es “facilitar” el contacto o “mediar” en determinados temas. Tampoco es raro, que quienes ocupan cargos relevantes en los gobiernos, cuando lo dejan, sean ampliamente demandados en los Consejos de Administración de Corporaciones importantes. Seguramente no solo en atención a su capacidad de gestión, sino también, a la posibilidad de utilizar - si fuera necesario – los contactos adquiridos en atención a su pasado político relevante.

Quizás sería aplicable lo que dijo Jacobo Burckhardt de los "grandes hombres": "Son todo lo que nosotros no somos"."

lunes, 11 de agosto de 2014

Política del siglo XXI. (II)



Dice Moisés Naím en su libro “El fin del poder”: En esta época de constante innovación, en la que casi nada de lo que hacemos o experimentamos en nuestra vida cotidiana ha quedado intocado por las nuevas tecnologías, existe un ámbito crucial en el que, sorprendentemente, muy poco ha cambiado: la manera en que nos gobernamos; o nuestras formas de intervenir como individuos en el proceso político. Algunas ideologías han perdido apoyos y otras lo han ganado, los partidos han tenido su auge y su caída, y algunas prácticas de gobierno han mejorado gracias a las reformas económicas y política, y también gracias a la tecnología de la información. Hoy las campañas electorales se apoyan en métodos de persuasión más sofisticados, y, por supuesto, más gente que nunca vive gobernada  por un líder al que ha elegido, y no por un dictador. Pero estos cambios, aunque bienvenidos, no son nada en comparación con las extraordinarias transformaciones en las comunicaciones, la medicina, los negocios, la filantropía, la ciencia”.

Las formas de elegir a nuestros representantes, sigue anclada en un procedimiento, que adjudica las cuotas de poder en base a los votos, pero de un modo, en mi opinión,  poco equitativo. Las listas cerradas en la era de la información parecen incluso anacrónicas. Hay otros sistemas que darían más preponderancia a la persona de modo individual y no en el núcleo de un colectivo, es decir, de forma casi impersonal. No debemos olvidar, que las listas han sido confeccionadas por el aparato de los partidos, mas pensando en sus propios intereses de triunfo, que en el de los ciudadanos.

Este juego de la “confusión” ha hecho emerger de modo relevante un interés por los temas de la Ciencia Política, ubicada hasta ahora en las Facultades y poco presentes en los ambientes de la calle. Los ciudadanos comienzan a debatir sobre los procedimientos electorales con un análisis crítico; lo motiva, entre otras cosas, la escasa efectividad para el control de las acciones de quienes detentan el poder, unido a la inefable tendencia a no cumplir los programas electorales, por parte de los gobiernos. La inusitada presencia de politólogos en los medios de comunicación ha revelado a este respecto, que las cosas son como son, pero que no tienen necesariamente porque seguir siendo así. Hay alternativas.

Se abre un “melón” nuevo repleto de incertidumbres,  pero la demanda de cambio cobra relevancia e impulso. El modo de designación actual, que promueve nuestro sistema electoral, suscita cada vez mas dudas. No es de extrañar, que los partidos políticos consolidados, ante este interés social, estén tomando posiciones al respecto, pero como casi siempre, mas tratando de consolidar intereses internos, que para dar respuesta a las demandas de los ciudadanos. De tal modo, que cada cual intenta instrumentar el posible cambio hacia la posición más ventajosa para si; mucho más ahora que las mayorías absolutas, según las estimaciones de voto se revelan menos factibles y por tanto el número de escaños a elegir, se torna determinante.  

Está claro que las nuevas formas de comunicarse y la agilidad en hacerlo, han puesto de relieve efectivos  procedimientos, tanto para difundir nuevas alternativas, como para evidenciar las carencias de las actuales. No creo que los estamentos de los partidos políticos sean desconocedores de estas nuevas posibilidades, ni de su alcance; su modo de actuar por el contrario, está en la línea de seguir con “más de lo mismo”, en lugar de ser vanguardistas y  poner empeño, consenso y voluntad, para pensar en clave de electores y no de intereses de partido. Es imprescindible, el diseño e instrumentación de procedimientos electorales,  capaces de permitir que los ciudadanos tengan capacidad de seleccionar a quienes individualmente les inspiren más confianza o crean más capaces para el desarrollo de las funciones, independientemente cual sea el partido en el que están adscritos. Un nuevo paradigma electoral para el siglo XXI.

Si no se reacciona a tiempo, instrumentando nuevos procedimientos electorales, que satisfagan las expectativas de los ciudadanos, sería factible, como dice Naím: “Pueden conducir a la anomia, que es la ruptura de los lazos sociales entre el individuo y la comunidad”

domingo, 10 de agosto de 2014

Política del siglo XXI



Dice Moisés Naím en su libro “El fin del poder”:”No cabe duda que existen muchas razones de peso para no confiar en los políticos y, en general, en quienes están en el poder; no solo por sus mentiras y su corrupción, sino también porque es frecuente que los gobiernos hagan mucho menos de lo que esperamos como votantes. Además, todos estamos mejor informados, y un mayor escrutinio mediático tiende a resaltar las fechorías, los errores y la incompetencia de los gobernantes. Como resultado, el escaso nivel de confianza en los gobiernos se ha vuelto crónico.
Eso tiene que cambiar, necesitamos recuperar la confianza en el gobierno y en nuestros dirigentes políticos. Para ello será necesario cambios profundos en la organización y funcionamiento de los partidos políticos y en sus métodos para seleccionar, vigilar, pedir cuentas y ascender – o degradar – a sus líderes. La adaptación de los partidos políticos al siglo XXI es una prioridad.”

Se enfoque desde el punto de vista que se quiera, los partidos políticos, se lo han ganado a pulso, su mala fama no es casual; es una reiteración del mal gobierno, los incumplimientos de la promesas electorales y peor aún la desinformación a las que se somete a los ciudadanos, a quienes como si fueran menores de edad, se les oculta reiteradamente las verdaderas circunstancias, que concurren sobre bastantes asuntos de carácter relevante; unido a una extraordinaria falta de sensibilidad para adoptar un aspecto autocrítico, cuando los errores son manifiestos..

La escena política no puede continuar siendo el foro donde impere el insulto, la descalificación y la falta de respeto, con tanta habitualidad que se ha convertido en cotidiano, lo que debería ser extraordinario y raro a la vez. Tratar de ocultar la realidad de los asuntos de interés, en base a no razonar y dedicarse con toda intensidad a descalificar, produce la sensación de una intencionada gran cortina de humo, que hace que los ciudadanos nos  centremos en las “formas” y acabemos perdiéndonos el fondo.

Sorprenderse porque en esta situación, emerjan nuevas formas de interpretar los asuntos y de exponerlos y que además, tengan éxito creciente; es no darse cuenta, que una reflexión mayoritaria pase por interiorizar, que peor de cómo se está haciendo, no se puede hacer; posición que es claramente avalada, porque los argumentos empleados, no son razonamientos ordenados para desmontar las propuestas nuevas, sino la defensa a ultranza de los que se está haciendo y por el contrario el rechazo absoluto de las nuevas formaciones emergentes, con palabras agrias y poco argumentadas y en muchas ocasiones carentes de fundamento real.

Regenerar la política para que los ciudadanos volvamos a confiar en ella, es indispensable en cualquier país que apueste por el progreso; pero para ello es absolutamente imprescindible, que quienes llevan tantos años ejerciéndola  de modo tal, que nos ha sumido en esta incertidumbre; tengan la generosidad de dar un paso atrás y cedan su lugar a quienes con ojos nuevos traten de resolver asuntos viejos. En ocasiones la monotonía de lo que se hace, suele estar tan sumamente arraigada, que acaba pareciendo la única forma de resolver y es seguro que existen otras mejores, a tenor de los resultados obtenidos.

Como dice Naím, “…exige centrar la conversación en cómo contener los aspectos negativos de la degradación del poder y avanzar hacia el lado positivo…, el espacio donde el poder no está ni sofocantemente concentrado  ni caóticamente disperso.” Pero eso significa una postura de “aflojar cuerdas” y “tender puentes” y nosotros estamos muy obcecados, ahora por lo menos,  en “estirar y dinamitar”; quizás sea también, porque nos falte verdadero espíritu democrático o nos guste vivir con un elevado grado de inconsciencia. Ojalá sea por poco tiempo.

miércoles, 6 de agosto de 2014

winners y losers II



Dice el Dr. Alfonso López Caballero en su libro “El arte de no complicarse la vida”, en el apartado que titula “Hipótesis de base con resultado funesto garantizado”:”Un ser humano ha de ser competente, capaz de conseguir sus objetivos en todos los aspectos posibles, para poder considerarse valioso. El éxito es agradable, deseable, pero no indispensable. La clave radica, en el concepto de exigencia, de necesidad. Esta radicalidad, esta necesidad de triunfar como sea, camufla la más de las veces una falla en el sentido de la seguridad personal: se pretende convencer a los demás – y de paso convencerse a sí mismo – de la propia valía personal.
El pensamiento abreviado que le corresponde es: Tengo que triunfar como sea. El ansía de perfeccionismo, que esconde en sus entretelas, proporciona de paso sustanciosas ventajas. Porque el perfeccionismo: Nunca es razonable ni realista. Al ser inalcanzable, es una fuente inagotable de frustración, decepción y amargura. Actúa de freno y bloquea la iniciativa, por temor de no dar la talla perfecta.  Segrega ansiedad y estrés en dosis masivas”.

Considerarse valioso en base - solo - a los objetivos conseguidos es claramente una falta de criterio. Alcanzar lo previsto es una enorme fuente de satisfacción, por el contrario no debería ser una gran frustración, no conseguirlo; ni ante nosotros, ni ante los demás. Pensemos que, las fases de no cumplimiento pueden ser usadas como análisis de las desviaciones y por tanto en el fondo pueden convertirse en la mayor fuente de perfeccionamiento, pero siempre abordándolo desde la tranquilidad de conciencia, si el esfuerzo aplicado es el adecuado según nuestra capacidad. Pedir imposibles y/o aceptarlos es una bonita forma de instituir la insatisfacción y eso a la larga no potencia; más bien, anula.

Triunfar, ¿por qué no?, pero a cualquier precio, claramente, no. Si tengo que vulnerar mis principios o “burlar” los de otros, prefiero quedarme sin el éxito externo, que no es exactamente haber fracasado. Buscar el perfeccionamiento en nuestras acciones es una forma de afrontar los acontecimientos muy respetable, pero buscarlo de modo insaciable, con un objetivo cada vez más lejano y en ocasiones inalcanzable, es un planteamiento de vida impropio, tanto si nos lo exigimos a nosotros mismos, como si lo trasladamos a otros.

Vivir atenazado por el incumplimiento - si es que se produce - no nos acarreará más que frustración, mermará nuestra capacidad y al final acabará siendo el responsable de nuestras carencias. Cuando se rememora mentalmente una y otra vez de modo crítico, nuestra falta de capacidad resolutiva en una determinada acción, podemos acabar  convirtiéndonos en unos inseguros cargados de complejos;  esos pensamientos negativos, podrían llegar a  impedirnos  resolver con agilidad, ni siquiera lo más común o cotidiano.

No nos presionemos más de lo necesario. Centrémonos en nuestra capacidad y seamos consecuentes en aceptar solo aquellas tareas para las que nos consideramos preparados. De nada sirve querer ser más, si nos falta perseverancia, a la larga, acabaremos siendo “menos”. Como dice López Caballero al enunciar la ley del efecto contrario: “Cuando el abordaje mental a una tarea cualquiera se formula en términos dubitativos, cuanto más se esfuerce por conseguirla menos capacitado estará para ello”.   

martes, 5 de agosto de 2014

winners y losers



Dice el Dr. Alfonso López Caballero en su libro “El arte de no complicarse la vida”: “Es evidente que nuestra sociedad está tocada del ala. No hace falta ser un Einstein `para darse cuenta de que la civilización es como una ballena herida de muerte. Y dentro del complejo síndrome patológico de nuestro cetáceo, uno de los síntomas que arrastran tras de sí más funestas consecuencias es la “dinámica del éxito”.
La clave de la vida no radica, por lo visto, en ser feliz sino en triunfar, aunque conseguir el triunfo –un triunfo medio qué – te cueste dos úlceras, un marcapasos, la adicción a la coca  y una neurosis de caballo. Lo importante no es correr y disfrutar de la carrera, sino correr para llegar el primero.
Siguiendo la pauta impuesta por el american way of life, el mundo se divide en dos categorías: winners y losers, ganadores y perdedores. Y, según esta filosofía, la máxima desgracia para un hombre de hoy es ser loser.”

Estoy de acuerdo en que ganar (triunfar), es mejor que perder; aunque a veces perdiendo se gana. Esa dicotomía no es lo sustancial, la esencia es contrastar de forma racional, ¿qué hay que ceder a cambio, ¿cuántas deslealtades hay que acumular?, para alcanzar el éxito. Se tiene la sensación de que la suerte es un componente esencial para algunos triunfos, y puede ser verdad, pero en la mayoría de las ocasiones es el trabajo continuo y esforzado el que los propicia, cuando sobrevienen de modo natural, sin recovecos ni padrinazgos.

Es imposible sustraerse a los hábitos sociales comunes, que solo hablan de grandes triunfos o de estrepitosos fracasos; el nivel medio, pasa desapercibido. Desde la escuela, la imagen siempre es la misma, suspender es no saber y aprobar con nota es saber mucho. No está mal saber, pero deberíamos interiorizar, que no es el salvoconducto para tener éxito en el trabajo cotidiano. Hacen falta otras cualidades y un fuerte impulso competitivo para “subir”.

Cuando uno se deja arrastrar por esa corriente, primero suave y luego vertiginosa, pronto aprende, que la “falsedad” entra dentro del juego. A ciertos niveles no hay medias tintas, o se está con el poder, que representan los de “arriba”o uno será medianía; y estar con el poder de modo incondicional, es renunciar muchas veces, mucho. Tal vez se envidia la “pose” de quien ha escalado posiciones de responsabilidad dentro de una organización y no se sabe, que en ciertos niveles lo que hay es una extraordinaria soledad, unido a un cierto temor a retroceder escalones, porque eso es una antesala no deseada, en ocasiones el inicio del fracaso.

La realidad machaconamente insistente, no sabe de losers, ni de sus circunstancias; la sociedad quiere saber de winners. En el mundo competitivo en el que vivimos o se llega, o no se es. Y no ser, es el gris, uno de los colores exentos de oropel, que hablan de anonimato y posiciones pusilánimes; es haber perdido la singularidad en aras del “número"; cuanto menos desde el punto de vista externo. Las organizaciones quieren personas competitivas y con obligaciones, no gustan los “outliers” poco comprometidos y sin lazos arraigados. Cuanto más “lastre” tiene uno, más dispuesto está para aceptar encargos promocionales. Al fin y al cabo, cuando uno alcanza un nivel de vida, se acomoda a él y cada vez ve menos factible poder regresar a sus orígenes. Esa es la “gradeur” y desde luego la añagaza.

Dice López Caballero, que: “Sociológicamente, se ha hablado de “la España de los tres tercios”: un tercio vive bien, muy bien, y lo muestra con ostentaciones; otro tercio aspira rabiosamente a vivir bien, y otro tercio vive mal, muy mal, aunque de forma compulsiva y machacona se le incita a tener, a acumular, a ostentar para poder ser.” Aunque también es verdad, que Facundo Cabral en una de las letras de sus canciones dice: “Si el mundo es redondo, no se, que es ir hacia delante”.
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