domingo, 30 de junio de 2013

Carencia de Tolerancia



Dice Fernando Savater en su libro “El valor de elegir”: “…la tolerancia exige establecer un marco  común de cultura democrática – prioritaria sobre cualquier otra – que debe ser acatado: de modo que los ciudadanos que viven bajo dicho marco habrán de renunciar al ejercicio de la intolerancia, según criterios privados, para gozar por igual de la tolerancia pública”.

Es decir, lo contrario que plantean el Parlamento y el Senado, los Parlamentos Autonómicos, las Diputaciones, los Ayuntamientos, etc., etc. Escritos con mayúscula por respeto institucional, pero que en absoluto lo merecen como colectivo, dado el comportamiento incívico habitual como debaten; más propio un mercadillo de venta de rebajas. No son solo las palabras inadecuadas y descalificadoras de los que se dirigen al auditorio, son además, los “abucheos” y “griterío” de quienes escuchan, bueno, o aparentan que escuchan.  
    
La política se ha sumido en una mediocridad asombrosa, los llamados parlamentarios, abandonan el fondo de las cuestiones sometidas a debate y se dejan llevar por una corriente irrefrenable de descalificaciones. No importa tanto clarificar los hechos, como la capacidad de aflorar comportamientos no deseados en los partidos opuestos; como si la evidencia de tal circunstancia, eximiera al orador de su responsabilidad. Parece como si “hacerlo muchos” sea una potente  justificación de las conductas no normales.

Este ambiente tan absolutamente indeseado ha traspasado el entorno de estas asambleas y se ha instalado también en la tv y los medios de comunicación. Los llamados tertulianos, tienen más interés en descalificar que en argumentar. Vale todo, tan es así, que triunfan (o a ellos les parece que es así), quien más potencia de voz tiene, porque logran sobreponerse a la de su adversario y procuran que sus  argumentos queden inteligibles  y después de esta reprobable acción, creerán que han ganado en el debate. En realidad lo que ganado es en “el juego sucio”.

Lamentablemente los ciudadanos de “a pie”, asistimos atónitos a esta demostración de falta de respeto, no solo entre ellos, sino también hacia nosotros, que los elegimos con nuestros votos, para que administren del modo más adecuado los caudales públicos y no para que se dediquen a seguir las “consignas” de su partido. Cada vez con mas frecuencia sentimos una manifiesta “desilusión” y confiamos menos en ellos, como lo vienen demostrando las encuestas; pero es curioso, en lugar de rectificar y adoptar posiciones tolerantes, para propiciar un análisis sereno en el debate; la tendencia es “erre que erre”.

Como dice Savater: “Ser tolerante es convivir con lo que uno desaprueba… ¡y con quienes le desaprueban a uno.!  Así nos va y lamentablemente nos irá.

sábado, 22 de junio de 2013

Malgastar el tiempo




Dice Séneca en su libro “Cartas a Lucilio”: “Todo, Lucilio, es ajeno a nosotros; solo el tiempo es nuestro. La naturaleza nos ha puesto en posesión de esa única cosa fugaz y escurridiza, y nos la quita quien quiere. Y es que la estupidez de los mortales llega a tanto que, al obtener lo más ínfimo y de menos valor, lo que sin duda se puede reemplazar, admiten que les sea cargado en su cuenta, mientras que nadie cree que deba nada al tomar el tiempo de otro, cuando eso es lo único que, aun queriendo, no se puede devolver.”

¿El tiempo nuestro?, pero si hemos diseñado nuestra vida, basándola en una estructura de compromiso tal, que cuando nos levantamos ya llegamos tarde, es decir, ya no tenemos tiempo para disfrutar el devenir, ya debemos estar dispuesto a correr y correr, sin fin y sin destino concreto. Tenemos que llegar, como si llegar fuera la meta. Tal es nuestra celeridad en nuestro quehacer, que no nos damos cuenta de todos los sucesos pequeños que se desarrollan a nuestro alrededor, no podemos saborearlos, somos presos de nuestro derroche de tiempo, para asuntos carentes de relevancia.

No es esta la sociedad que pasará a la historia, por situarse en la confortable placidez de un devenir calmado y placentero. Somos una generación o varias, que hemos aprendido a desenvolvernos en un ambiente, que prima a quien no sabiendo a donde realmente va, se empeña en  hacer un recorrido a ese “ningún lugar”, eso si, de forma veloz. Como si llegando antes consiguiera algo. Ir deprisa no es evidencia de resolver y menos con acierto.

Pero hay otra vertiente, quizás mas acorde con lo que dice Séneca. No es suficiente que malgastamos nuestros minutos en asuntos superfluos, carentes de relevancia; es que además, quienes nos rodean no se percatan de que en ocasiones, disponen de nuestro tiempo, para nimiedades y otras historias carentes de todo interés; en algún caso es disculpable su actitud, ya que nosotros también tenemos la misma “costumbre”.

No utilizar nuestro tiempo cotidiano en temas de interés, perderse en la dejadez suave de dejarse llevar por la corriente mayoritaria, en los asuntos que nos son cercanos,; acaba siendo una apuesta por la insatisfacción personal, al comprobar que nuestra dedicación la hemos aplicado a asuntos que  no nos aporta nada o casi nada; es un devenir preñado de lo que se dice en términos coloquiales “perder el tiempo”, como si luego lo pudiéramos encontrar. Como dice Séneca: “No está en ningún sitio, quien está en todas partes”

sábado, 15 de junio de 2013

Tv




Dice Roger Garaudy en su libro “La Alternativa”(1973): “El cambio que se está llevando a cabo por obra de la televisión no puede compararse con el cambio que en la Humanidad se dio gracias el invento de la escritura, pues tal cambio no es sólo de orden cuantitativo, como sucedió para la difusión de la cultura al inventarse la imprenta, sino cualitativo, pues toca el contenido mismo cultural. La era histórica en la cual la escritura era la única mediadora entre el hombre y su mundo ha quedado superada; y ha llegado ya a ser posible que el hombre contemple y escuche al mundo entero sin tener que acudir al intermedio del signo y del símbolo; él puede estar ya presente en todos los lugares del planeta. Los niños y los jóvenes de hoy entran así directamente en contacto con modos de vida y modelos de conducta que llegan a ocupar en su valoración un lugar infinitamente más importante que la familia, la Iglesia y la escuela.”

Ha llovido mucho desde que Garaudy escribía ésto y la verdad es que, lo que dice ha progresado a ritmo exponencial. Cuando el hablaba, la Tv era un medio de comunicación, pero aún no se había convertido en “el medio”;  capaz de aflorar lo mejor y lo peor, dependiendo de quien maneje esos hilos. Instrumento creador de opinión, sea o no acertada dicha opinión o lo que propone. De aquí el interés especial de los “poderes” a dominarla. Vale hoy en día mucho más un instrumento de alcance tan amplio, que la influencia directa sobre un periódico o una editorial.

Vivimos y convivimos con un medio, que entre otras características, tiene la facultad de penetrar en nosotros, sin que nosotros hagamos el mínimo esfuerzo; en  un comunicado escrito, precisa la posición activa del receptor al leerlo;  la información se “instala” en nosotros, pero con nuestra colaboración. Para recibir lo mismo de la Tv, no es necesario más que apretar el botón del mando, a partir de aquí nuestra posición puede ser absolutamente  pasiva, salvo la acción de abandonar ese canal y sintonizar otro.

Las imágenes son mucho más intensas que la lectura. Al leer necesariamente tenemos que tener nuestra mente despierta, para ir conformando la imagen de lo que nos trata de transmitir el escritor y esta transformación seguramente no es homogénea, a cada cual le transmitirá un mensaje “parecido”, pero no igual; los condicionamientos sociales, culturales, familiares, etc., harán que nuestra recepción sea singular.

La imagen televisiva, nos penetra directamente y se acomoda en el lugar que le corresponde en nuestra memoria. Los planos del realizador, que acompañan al relato hablado de quien la presenta, son mucho más expeditivos, que las palabras del narrador. Participamos poco o nada, mientras nos mantengamos sintonizados y no realizamos esfuerzo alguno voluntario, salvo la atención auditiva y visual. Nada comparable a lo que requería la lectura.

Tenemos además la impresión de que la imagen es la representación auténtica de los hechos en si mismo, porque no precisa de una elaboración personal interpretativa y no nos percatamos, que las imágenes proyectadas son un resumen de lo verdaderamente acontecido, por tanto sesgadas y esta misma circunstancia es la que hace que  sean claramente manipulables al interés del emisor o de quienes lo dirigen. Es la verdad, pero con careta de carnaval.

miércoles, 12 de junio de 2013

Comunicar




En el libro “La ciencia y la vida”, escrito por Valentín Fuster y José Luis Sampedro con Olga Lucas, dice Fuster: “Para mi, José Luis, comunicarse es transmitir la realidad de uno mismo, la verdad de uno. De manera que se quiera y pueda, pero se trata de exteriorizar lo que se lleva dentro. Esto es para mi comunicación. El hablar del tiempo, de la última noticia, no es comunicación. La comunicación a la que yo me refiero consiste en la abertura del individuo en su profundidad anímica, en una transmisión de sinceridad que conecta con la amistad y el amor o apoyo… el salir del aislamiento y de la coraza personal es lo que proporciona la paz interior…”

Toda la vida entrenándonos en hablar de nimiedades, con una verborrea inusitada, pensando que cuanto mayor era la intensidad y el flujo de palabras, mas nos ejercitábamos en la comunicación y mas satisfechos nos sentíamos; para llegar a la conclusión de que lo único que verdaderamente hacemos es levantar un muro, tras el que nos parapetamos para evitar que los demás conozcan lo que verdaderamente sentimos y anhelamos, como si de ese modo gozáramos de mayor protección personal.

Dada la sociedad en la que vivimos; en la que proliferan toda serie de trampas saduceas, conformadas con los mimbres que supone el conocimiento de las debilidades ajenas; se contrae un elevado riesgo, si con quien hace uno sus confidencias, no tiene voluntad “sana” de aconsejarnos o simplemente escucharnos y lo que pretende es identificar flancos con los que pueda atacarnos a su conveniencia e interés.

Aunque bien es cierto que este tipo de artimañas, son más frecuentes en el mundo laboral que en la vida cotidiana; aunque esta última no esté completamente exenta. Quienes trabajan muchos años en la misma empresa, tienen que ser especialmente cuidadosos con el pasaje de San Mateo “…que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”, pero no el sentido del planteamiento bíblico, sino en la imprescindible necesidad de ser cautos con nuestras manifestaciones; lo mejor es ser ambiguo y tener la capacidad de manifestar un argumento o su contrario sin ningún recato, según el ambiente en el que nos estemos desenvolviendo.

A pesar de esta práctica cotidiana, me llama mucho la atención, como en estos modernos sistemas de comunicación cibernéticos, la mayoría rebasa esos límites de “precaución”, pensando que únicamente leen lo que escriben personas muy allegadas, sin percatarse de que es más público que si hiciese un pregón.

Como dice mas adelante Sampedro: “Antes que nada, tenemos que andarnos con cuidado en el uso de las palabras. Para la inmensa mayoría de la gente, “comunicación” no supone tratar de decir la verdad, sino hablar, decir cosas.”

domingo, 9 de junio de 2013

Control




Dice Sharon Lebell en una selección y nueva interpretación de Epicteto (55-135), de las ideas contenidas en el Enchiridion y Los Discursos,  en un libro titulado “Epicteto, un manual de vida”: “La libertad es la única meta que merece la pena en la vida. Se consigue prescindiendo de las cosas que escapan a nuestro control. No podemos tener un corazón alegre si nuestras mentes son un afligido caldero de temor y ambición. ¿Quieres ser invencible? Entonces no entables combate con aquello sobre lo que no tienes un control. La felicidad depende de tres cosas, y las tres están bajo tu poder: la voluntad, las ideas respecto a los acontecimientos en los que estás envuelto y el uso que hagas de esas ideas.
La auténtica felicidad siempre es independiente de las circunstancias externas. Practica la indiferencia con las circunstancias externas. La felicidad solo puede encontrase dentro.”

Interesante planteamiento, para una estructura social  como la que vivimos, en donde cuenta mucho más la apariencia hacia los demás de que somos felices;    que la propia felicidad en si misma. Pesa bastante más la opinión externa, que la nuestra. Vivimos demasiado pendientes de las circunstancias que nos rodean y concedemos una importancia desmedida a esas estructuras;  parece que no solo necesitamos ser felices, sino que ponderamos mucho más que los demás crean que lo somos.

Difícil encrucijada, no basta la satisfacción interna;  queremos el asentimiento externo. Buscamos con más intensidad la “apariencia de felicidad”, que la propia felicidad. Así nos va. Somos cautivos de una carrera sin fin hacia un no se sabe donde. Como si tuviéramos que vivir en una “galería”, expuestos permanentemente a opiniones externas. En definitiva falta de confianza en nosotros mismos y planteamientos erróneos sobre lo que somos, lo que queremos ser y sobre todo la voluntad y el empeño para conseguirlo; si no está “consensuado” y “aprobado” por nuestro entorno social.

No deberíamos dejar que nos “vivieran” los demás, deberíamos “vivirnos” nosotros. El entorno cercano debe apoyarnos en nuestras metas y quizás aconsejarnos o darnos su mejor opinión; pero en ningún caso dirigir nuestras acciones asignándonos un determinado rol. No son directores de nada y no tienen esa prerrogativa, sobre nuestra forma de vivir; que “vivan” ellos, que bastante trabajo tienen ya. Dejarse llevar por comodidad o falta de criterio, conduce a lugares no deseados y posiblemente crea, a la larga,  enorme insatisfacción

Como dice Epicteto: “Las cosas son sencillamente lo que son. Los demás que piensen lo que quieran; no es asunto nuestro. Ni vergüenza, ni culpa”.

viernes, 7 de junio de 2013

El buen sentido




Dice Descartes (1596-1650) en su libro “Discurso del Método”: “Mi tercera máxima consistía en tratar de vencerme a mí mismo y no a la fortuna; en cambiar mis deseos y no el orden del mundo, en acostumbrarme a creer que solo somos dueños de nuestros pensamientos de forma que, cuando hemos hecho todo lo posible con respecto a las cosas que nos son ajenas, si nos sale mal es que eran absolutamente inasibles para nosotros”.

La verdad es que ser dueños de nuestros pensamientos, ya es una gran cosa. Lo que sucede es que, a lo mejor, en tiempos de Descartes eso era más factible. Ahora en los tiempos que vivimos, llenos de informaciones sesgadas e interesadas, cada vez con mayor frecuencia, uno conoce de los hechos, una pequeña aproximación, insuficiente para formarse una opinión documentada.

Pero sí, estoy de acuerdo con él, que en realidad solo somos dueños de nuestros pensamientos, porque a pesar de la mediatización enunciada anteriormente, en el ámbito de nuestra mente, solo mandamos nosotros; nosotros los manejamos y finalmente los conformamos mediante nuestro racioncinio personal; si bien es verdad que nos pueden obligar a realizar acciones no totalmente de acuerdo con nuestra idiosincrasia; por presiones, condicionamientos sociales y/o familiares o incluso coacciones del grupo al que pertenecemos; observemos, sin embargo, como nuestro pensamiento sigue reprobando esos determinados comportamientos impropios y nos trata de reconducir.

También coincido con el criterio de que cuando uno ha hecho todo lo que está en su mano, para lograr un objetivo, sea este del tipo que sea; si no sale bien, si al final no logramos lo planificado, no es necesario permanecer continuamente criticándonos por la falta de acierto, es mejor entender, que también hay cosas en nuestra vida, que no son alcanzables con los medios que disponemos. Recordando siempre, que la peor postura es no arriesgar, o fijarse objetivos muy asequibles, con la intención de sobre halagarnos por logros poco relevantes.

Seamos sin embrago extremadamente críticos con nuestras acciones y omisiones y confiemos en nuestra intuición, actuando con sinceridad y libres de mediaciones, pero recordemos siempre que Descartes también dice en este mismo libro: “El buen sentido es la cosa mejor distribuida que hay en el mundo, pues todos se creen tan bien provistos de él que aun los que más se exigen a si mismos en otras materias, generalmente no desean en este punto más de lo que tienen”.

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