martes, 4 de mayo de 2010

Desprogramarse (y III)




Dice Eduardo Punset en su libro “El viaje al poder de la mente”: “Sería fundamental enseñar a los jóvenes en las escuelas los pormenores de la conciencia social y como funcionan las intuiciones, cuando no es necesariamente la razón lo que mueve los pormenores cognitivos. Lamentablemente, esto no se hace y se paga por ello un alto precio…, aprendemos todo tipo de trigonometría y geometría, pero no aprendemos a entender nuestras propias intuiciones ni principios en las que se basan…
Afortunadamente se está ya en condiciones de demostrar que la intuición llega a ser mejor que los modelos de elección racional, o la regresión múltiple, o lo programas estadísticos más complejos. Esto era impensable hace sólo diez años, y es algo muy nuevo. Se está aplicando el proceso científico a la intuición.
Las sorpresas resultantes de este enfoque han sido enormes. Por ejemplo, hace diez años no se sabía, pero ahora se ha comprobado, que se toman mejores decisiones cuando se recurre a una sola buena razón, en lugar de a diez”.

Y nosotros que no sabemos dar un paso sin consultar a todo el que nos quiere escuchar, exponiéndoles nuestra particular visión de los temas y pidiéndole su opinión y consejo, para acumular una innumerable cantidad de datos, que lo que en realidad aportan es una extraordinaria confusión y por tanto un incremento importante de la indecisión. Acabamos seleccionando, con extraordinarias dudas, lo que entendemos que es lo mejor, sola y casi exclusivamente, porque es la opinión mayoritaria.

Hasta en las decisiones estratégicas en la empresa, se utiliza un D.A.F.O. (Debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades). Yo lo explico en control de gestión, como coadyuvante para la implantación de un Cuadro de Mando. Consiste en una “planilla”, con cuatro rectángulos titulados con cada una de las iniciales, donde se anota cada una de las circunstancias, que se supone afectan a la empresa en cada uno de esos campos. Se confecciona en grupo y cada uno va identificando, que fortalezas, debilidades, etc., cree que le corresponden a la empresa. El deseo de sorprender al resto del grupo, más que el de acertar en el diagnóstico; hace que las aportaciones, en muchas ocasiones, sean muy variopintas. Pero esta dinámica, he comprendido con el tiempo, que se asemeja a nuestras pautas de conducta individuales.

Una buena razón, es mas que suficiente para actuar, muchas razones o sinrazones, que nos paraliza en el ámbito del análisis – que es lo que verdaderamente nos gusta -, es un gran desperdicio de tiempo y tiene poca efectividad. Sumirse en la duda permamente, por intentar obtener la mejor solución, es dejar pasar por el camino, muchas buenas. Aprendemos tarde, que una buena solución a nuestros problemas es un gran hallazgo, necesario y más que suficiente, para ponernos en el camino de resolver. Pero nuestro aprendizaje en el ámbito de la decisión, nos han colocado en una circunstancia de extraordinaria incertidumbre, porque nuestra mente, se ha programado para repetir – improvisa muy mal -, por si fuera poco esta circunstancia, debemos también complacer a toda una cohorte de “gentes”, que nos imponen con sus miradas y/o sus silencios, unas leyes inmutables no escritas, que debemos cumplir, para ser considerados “normales”.

¿Normales?... ¿normales?... pero que es la normalidad, la repetición mimética de las acciones u omisiones de la mayoría; pero que soberbios somos. Si somos una gota de agua en un inmenso océano, poblado de muchas mas personas de costumbres tan diversas que sería imposible sistematizarlas y/o inventariarlas. ¿Hacer lo normal?, que estupidez… lo normal es lo que no daña a nadie y nos apetece emprender, aunque no sea la costumbre del lugar… Normal es lo que nos hace felices; anormal es lo que nos constriñe. Normal es ser uno mismo; anormal es ser como quieren los demás. Normal es vivir plenamente y soñar; anormal es no poner empeño en materializar los sueños. Normal es interiorizar, que cada día es un nuevo día y no hay nadie ni nada, que tenga derecho a hurtárnoslo; anormal es confiar en políticos, seudo-profetas y mesiánicos, que nos sorben el entendimiento y nos coartan nuestra intrínseca libertad, vampiros de la energía positiva y portadores de la negatividad con mayúscula, que preconizan la infelicidad y justifican la monotonía, más como seguro de su poltrona, que como verdadera filosofía de vida.

No, a esas gentes no, no los necesitamos. Que sigan siendo agoreros solos, embajadores fútiles de la nada. Que sigan detentado y acaparando el poder y ejerciéndolo; quizás el tiempo y la vida les enseñe; que expandiendo la incertidumbre y los actos coercitivos tácita o explícitamente, no obtendrán su felicidad, aunque si cercenarán, en buena parte, la de muchos. Quienes son incapaces de ser felices, ponen mucho esfuerzo y empeño en impedírselo a los demás, para compensar su incapacidad. Lo malo es que cada vez más, florecen como las amapolas y expanden la anormalidad en forma tan insistente, que en muchas ocasiones sorprenden a las buenas voluntades, tratando de mentalizar – a todo el que los escucha y cree en ellos – que eso es la vida. Sospechemos siempre de quien tiene empeño por mandar, porque solo Dios y él saben, de que se oculta o huye.

Apartemos de nuestras vidas a esos glosadores de la “nada”, que nos llenan de dudas y recobremos nuestra intrínseca ingenuidad, totalmente exenta de recovecos. Seamos sinceros y transparentes; pidamos disculpas si es necesario, pero vivamos. Intentemos cada día con mas empeño desprogramarnos y como dice Punset: “…se ha comprobado que hay vida antes de la muerte”.
Foto: Valencia. Puente de la Trinidad. Publicada con el permiso del Autor Joan Antoni Vicent
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